BANCO CENTRAL BAJO ATAQUE
11/enero/2010
SIN INSTITUCIONES FUERTES, NO HAY GOBIERNO ESTABLE NI DESARROLLO SOSTENIBLE
La presidenta de Argentina, Cristina Kirchner, ha emprendido un ataque frontal contra el presidente del banco central argentino, Martín Redrado, debido a la negativa de éste último de trasladar parte de las reservas monetarias internacionales del banco al gobierno central para que las utilice en el pago de su deuda externa. En el conflicto que se ha generado, que incluye un intento de destituir al banquero central mediante decreto de la presidenta, existen muchas aristas que, como en toda confrontación política, se prestan a múltiples interpretaciones y opiniones; en este caso, sin embargo, la razón asiste –no me cabe duda- a Redrado, tanto desde un punto de vista puramente técnico, como desde la perspectiva de los más altos intereses del Estado.
La idea de utilizar las reservas monetarias que administra el banco central para pagar deuda externa, aunque intuitiva o superficialmente pueda parecer adecuada, es técnicamente muy compleja y, la mayoría de veces, inconveniente. En nuestros países, las reservas las acumula el banco central luego de comprarle al gobierno central las divisas que éste obtuvo mediante préstamos externos, dándole a cambio el equivalente en moneda nacional para que los gaste en inversión pública. Con el tiempo, el gobierno debe obtener los recursos en moneda local para adquirir del banco central las divisas con que ha de pagar su deuda externa. Pretender que el banco central le dé gratis esas divisas es, simplemente, un asalto al patrimonio nacional. Es como si un jefe de hogar se endeudara para comprar una casa, y luego decide vender esa casa (o partes de ella) para pagar las mensualidades del préstamo, dejando a fin de cuentas más pobre a la familia.
Pretender que el banco central le dé gratis esas divisas es, simplemente, un asalto al patrimonio nacional
Pero más allá de las consideraciones técnicas, el irrespeto a las instituciones del Estado que entrañan actitudes como las de la señora Kirchner, es uno de los pecados más graves que los gobernantes latinoamericanos suelen cometer. Violentar las leyes, intentar la remoción de los jefes de las entidades autónomas que tienen un mandato y un plazo específicos, y ansiar la politización de las decisiones técnicas son todas actitudes que dañan el estado de derecho, que minan la institucionalidad pública y que debilitan, a fin de cuentas, al propio gobierno. Si bien es cierto que el propio Redrado tuvo al principio de su mandato una actitud ambigua en cuanto a la necesaria independencia que cualquier presidente de un banco central debe mostrar respecto del gobierno, hoy debe reconocerse la meritoria y digna actitud de resistencia que ha sabido mantener ante las ilegítimas pretensiones de la presidenta.
Ahora la solución de este caso está en manos de las cortes argentinas y allí, como en nuestros propios sitios tropicales, cualquier cosa puede ocurrir. Hace unos días, callejeando por la ciudad de Nueva York con mis hijos, nos preguntábamos como esa metrópolis, tan abrumadora y aparentemente caótica podía ser, al mismo tiempo, tan funcional, admirable y, francamente, deliciosa. La respuesta la vimos inscrita en el frontispicio de la Corte Suprema del condado: “La administración cierta de la justicia es el principal pilar del buen gobierno”. Ojalá que en el caso del Banco Central de Argentina, como en cualquier otro lugar donde el Ejecutivo pretenda asaltar las instituciones autónomas del Estado, prevalezca ese pilar de buen gobierno.