NAVIDAD Y LA ECONOMÍA NACIONAL
20/diciembre/2010
LA NAVIDAD ES UN IMPULSO ECONÓMICO Y UN RECORDATORIO DE LOS VALORES QUE SOSTIENEN NUESTRA SOCIEDAD
La época navideña representa, por lo general, el mayor estímulo anual para la actividad económica nacional. Las ventas al por menor aumentan drásticamente (en comparación al resto del año) y los comercios ofrecen novedades y gangas, al tiempo que los consumidores compran regalos, adornos y suministros de temporada. La febril actividad comercial culmina el día 24, para dar lugar al día de Navidad, quizá el de menor actividad productiva de todo el año.
Además del comercio, las fiestas navideñas generan actividades extraordinarias en el área de la cultura y las artes, en la publicidad, así como en forma de fiestas populares, vecinales y familiares, todo lo cual genera a su derredor un aumento adicional del consumo y de la actividad económica. Así que, inequívocamente, la Navidad tiene un impacto positivo sobre la economía nacional.
El efecto económico positivo de las pascuas decembrinas refleja en gran medida el espíritu dadivoso que contagia en estos días a la mayoría de las personas, independientemente de sus creencias religiosas. Muchos cristianos y anti-consumistas, empero, condenan la comercialización de ese espíritu generoso y acusan a los comerciantes de privilegiar codiciosamente su negocio a expensas de los valores más importantes de la Navidad.
Sin embargo, la inclinación de cada individuo para dar regalos no necesariamente está vinculada a la supuesta manipulación publicitaria, sino que se explica por razones altruistas, sentimentales, estratégicas, impulsivas o tradicionales. Además, claro está, existe placer en dar: estudios científicos han encontrado que la generosidad puede activar los centros cerebrales del placer y que las personas dadivosas son más felices, más saludables y se sienten más exitosas en la vida.
Si bien es cierto que el altruismo parece ser algo innato, y que investigadores, médicos y pacientes coinciden en que el acto de dar o ayudar ofrece profundos beneficios psicológicos, también lo es que en Navidad dicho instinto parece potenciarse en los países de tradición cristiana, como el nuestro. No es casual que en muchas sociedades se haya comprobado empíricamente que las personas religiosas tienden a ser más generosas con el prójimo.
El acto de dar o ayudar ofrece profundos beneficios psicológicos, y las personas dadivosas son más felices, más saludables y se sienten más exitosas en la vida
De manera que el impacto de estas fiestas puede ir más allá de un simple estímulo temporal a la actividad económica. Los estudios del economista Robert Barro revelaron hace algunos años que los altos niveles de religiosidad de una sociedad pueden estimular el crecimiento económico, pues las creencias religiosas (especialmente aquellas que, como el cristianismo, prometen recompensar el buen comportamiento y castigar el malo) pueden fomentar ciertos comportamientos –como la prudencia financiera, el trabajo duro, la honestidad y la confianza en los demás- que aumentan la productividad.
Las creencias de la gente influyen sobre sus decisiones prácticas en la vida cotidiana, incluyendo las económicas, y la religión parece influir en la salud física y mental de la comunidad. A pesar de la tradición freudiana (nunca comprobada empíricamente) que acusa a la religión de causar neurosis, prejuicios y autoritarismo, los estudios empíricos han encontrado en muchas sociedades que las prácticas religiosas están relacionadas con una mejor salud mental, un menor estrés y una mayor satisfacción con la vida.
Las celebraciones navideñas pueden ser, entonces, una buena excusa no sólo para estimular la actividad económica, sino que también para fomentar los valores éticos que pueden favorecer decisivamente el desarrollo económico y social del país. Cuando Vernon Smith, pionero de la economía experimental, aceptó el Nobel de Economía en 2002, hizo referencia a algunos de tales valores: los Mandamientos contra el robo y contra la codicia de las posesiones del prójimo dan los fundamentos del derecho de propiedad para los mercados; y los preceptos contra el asesinato, el adulterio y el falso testimonio sientan las bases para un intercambio social eficiente y civilizado.
Son precisamente esos valores, que innegablemente tienen un impacto positivo sobre nuestra economía y nuestra sociedad, los que proclamó como parte de la buena nueva aquel Hijo del Hombre cuyo nacimiento conmemoramos estos días.