
¿DEUDA PARA QUÉ?
En lugar de seguir enfrascados en debates técnicos sobre el momento o las tasas de interés de los bonos del Tesoro, deberíamos preguntarnos si el endeudamiento público está sirviendo para impulsar el desarrollo o para mantener viejas estructuras clientelares.
En mi columna en Prensa Libre reflexiono sobre esta paradoja y propongo una alternativa: la creación de vehículos financieros especializados, blindados y eficientes, para canalizar los recursos hacia proyectos transformadores.

INFRAESTRUCTURA: LOS BUEYES DELANTE DE LA CARRETA
El gasto en infraestructura en Guatemala es uno de los más bajos del mundo, lo que limita su desarrollo económico y social. Un informe del FMI señala que aumentar esa inversión en un 1% del PIB podría elevar el crecimiento anual en 1.2% y reducir significativamente la pobreza extrema. Sin embargo, recalca que estos beneficios solo son posibles si se garantiza una gestión pública eficaz, transparente y libre de corrupción. Para ello, urge reformar profundamente las instituciones encargadas de planificar y ejecutar proyectos de infraestructura.

PERSPECTIVA NEGATIVA
La reciente revisión de Standard & Poor’s mantiene la calificación BB de Guatemala, pero cambia su perspectiva de estable a negativa, alertando sobre riesgos derivados de la débil institucionalidad y bajos ingresos fiscales. Esto limita la inversión en infraestructura y frena el crecimiento económico, aumentando la probabilidad de una futura rebaja crediticia. Mantener fortalezas macroeconómicas y avanzar en reformas integrales es clave para mejorar la calificación y atraer inversiones, aspectos vitales para reducir la pobreza y garantizar la estabilidad financiera.

ESPERANZA EN LA INFRAESTRUCTURA
El crecimiento económico de Guatemala permanece estancado en un mediocre 3.5% anual, incapaz de generar empleo formal o reducir la pobreza. Ni el consumo privado, ni las exportaciones, ni el gasto público actual ofrecen una vía sostenible para el desarrollo. El único motor viable es la inversión en infraestructura, pero su desplome, la falta de priorización técnica, el débil compromiso político y la corrupción frenan cualquier avance. Sin una apuesta clara y transparente por grandes obras públicas, Guatemala seguirá atrapada en un ciclo de bajo crecimiento e inestabilidad social.