RENOVAR EL CAPITALISMO
21/febrero/2011
EL CAPITALISMO SIGUE VIVO PERO NECESITA REFORMARSE PARA RECUPERAR LA CONFIANZA CIUDADANA
La gran crisis financiera y económica mundial que formalmente concluyó el año pasado no significó el fin del capitalismo, pese a las predicciones apocalípticas de algunos analistas. Sin embargo, la recuperación económica que empieza a consolidarse alrededor del mundo tampoco significa que el capitalismo volverá a ser igual que antes.
El mundo ha cambiado desde que estalló la crisis en 2008: hoy, el motor más potente de la economía mundial está en Asia, no en Occidente; la intervención del gobierno en la economía es la política pública de moda, en vez de la desregulación; el calentamiento global es el tema clave de las cumbres multilaterales, no el libre comercio. Tras de esta realidad se revela un cambio en la opinión pública que se expresa cada vez más contraria al capitalismo de libre mercado.
Esta actitud anti-capitalista no viene solamente de los académicos marxistas que aún sobreviven entre nosotros, deseosos de que el capitalismo fracase algún día tan estruendosamente como el comunismo hace veinte años. Ni viene sólo de los ambientalistas celosos de preservar la naturaleza contra la incursión de las explotaciones multinacionales. También el ciudadano de a pie parece, ahora, estar desencantado de la libre empresa.
La semana pasada trajimos a cuenta que, según los resultados del último sondeo de Latinobarómetro, solamente el 59% de los guatemaltecos está de acuerdo con que “la empresa privada es indispensable para el desarrollo del país”, el porcentaje más bajo del Continente. En Guatemala hay un generalizado pesimismo respecto de casi todas las instituciones, públicas y privadas, que amenaza con generalizar una actitud aprensiva y cínica que debilita el capital social tan necesario para que el país prospere.
Para enfrentar esta situación debemos tomar conciencia de que el capitalismo está siendo transformado a nivel mundial, no sólo por la ola de regulaciones estatales que tratan de limitar los riesgos de abuso por parte de las empresas. También está siendo reformado mediante el esfuerzo de empresas líderes que, rompiendo paradigmas, actúan visionariamente para mejorar su interacción con todas las partes interesadas en sus procesos productivos: clientes, empleados, proveedores, gobiernos, comunidades vecinas, medio ambiente, etcétera.
El capitalismo de mercado sigue siendo el motor de la prosperidad, pero solo sobrevivirá si se adapta a las nuevas demandas sociales y éticas
Las empresas líderes de cambio saben que atender a esas partes interesadas es esencial para maximizar su valor de mercado. Ello implica que tales empresas se involucran en un diálogo sereno con las autoridades y la sociedad civil en procura de entender sus críticas y demandas, no sólo por el loable fin contribuir al bien común, sino también por el interés propio (que algunos llaman “codicia ilustrada”) de identificar nuevas tendencias del mercado y generar, a la vez, un entorno de paz social que propicie negocios cada vez más exitosos.
Las empresas líderes mundiales saben también que (con perdón de Milton Friedman) enfocarse sólo en las utilidades no siempre es una estrategia que automáticamente mejore el valor a largo plazo de la empresa ni necesariamente contribuya al bien común. Su “codicia ilustrada” les indica que la obtención de ganancias no es un fin en sí misma, sino un indicador del éxito de la empresa en su misión de proveer los bienes y servicios que la sociedad necesita; así, las utilidades son una guía para equilibrar el crecimiento a largo plazo de la empresa con los resultados financieros de corto plazo.
Las empresas líderes de cambio saben que muchos de los problemas que precipitaron la crisis financiera se originaron en fallas de dirección y gobernanza en importantes empresas internacionales, por lo que prefieren adoptar estándares explícitos de integridad, transparencia y buen gobierno corporativo. Ello implica, incluso, ir más allá de solamente cumplir el marco legal que en muchos países (como el nuestro) es insuficiente para afianzar las relaciones de confianza que hacen funcionar al mercado.
El capitalismo de mercado es el sistema económico que mejor ha promovido la prosperidad material de la humanidad pero, para que sus capacidades de creación de empleo y riqueza sigan funcionando, es menester que se siga renovando y se recobre la confianza mutua que debe existir entre empresa y ciudadanía. Y sobre eso hay que seguir trabajando, para el bien común.