EN DEFENSA DE LA TELE
02/enero/2012
LA TECNOLOGÍA BIEN UTILIZADA POTENCIA LA INTELIGENCIA, LA EDUCACIÓN Y LA LIBERTAD
La televisión siempre ha tenido mala prensa, al punto de ser llamada “la caja boba”. Este mote, en el caso de la tele, siempre me pareció absurdo e injustificado. La televisión ha sido, por el contrario, uno de los eslabones clave en la cadena del progreso científico y tecnológico de nuestro tiempo.
También en materia de formación personal la televisión ha tenido una influencia innegable en quienes crecimos en la segunda mitad del siglo pasado. Mucho de lo que somos, pensamos, y creemos –en el caso de mi generación de cuarentones- se lo debemos a la tele, que nos permitió conocer el mundo sin tener que viajar (con el Zorro, por ejemplo, a California), y vivir la historia sin máquina del tiempo (con Ivanhoe en el medioevo o con Combate en la Segunda Guerra Mundial), o fantasear con la vida del futuro (con Viaje a las Estrellas).
La televisión nunca fue boba. Si alguna vez alguien se enajenó viéndola, fue porque el bobo era él, por no saber escoger pues, como en muchas cosas en la vida, la elección de lo que se va a consumir define la calidad de lo que se recibe.
Lo más relevante de la televisión es que su existencia y auge (que terminó hace tiempo) hizo posible el surgimiento de la computadora personal, los videojuegos y el internet. Y, otra vez –como sucedió antes con la tele-, surgen críticas contra estos avances tecnológicos: ya hay decenas de libros denunciando el supuesto daño que causan en los jóvenes. Y estas críticas son, de nuevo, infundadas y erróneas.
Contrario a la acusación de que los videojuegos disminuyen en los jóvenes la habilidad de pensar, existen estudios que demuestran que la nueva generación digitalizada es más lista, más observadora y más tolerante a la diversidad que sus antecesores (véanse, por ejemplo, los estudios de Don Tapscott). Y si la crítica que se hizo contra la televisión por fomentar la pasividad entre los televidentes era válida, los avances informáticos de hoy son iterativos y, por ende, estimulan y mejoran el funcionamiento del cerebro.
Los hallazgos científicos muestran que los video-jugadores pueden procesar más rápidamente la información visual compleja; además, se desempeñan mejor haciendo tareas diferentes simultáneamente, lo cual los hace más productivos en el mundo moderno. Desde una perspectiva sociológica, la generación de los videojuegos tiende a valorar más la libertad y el derecho de elegir, es más consciente de los detalles, gusta más de hacer las coas a su medida, aprecia más la integridad y la transparencia, es más proclive a colaborar y trabajar en grupo, y esperan que el progreso personal se dé con base en méritos. Y todo ello lo esperan encontrar en su trabajo, en sus estudios y en su vida social, sin tener que sacrificar la posibilidad de entretenerse y divertirse mientras se desenvuelven en estas áreas de su vida.
La generación digital es más sabia que las anteriores en muchos aspectos de la vida cotidiana
Para aprovechar estos valores que están imprimiéndose en las nuevas generaciones, y su potencial impacto positivo en la economía y en la sociedad, es necesario que la educación (en la escuela y en el hogar) se adapte y complemente con los avances tecnológicos. En vez atacar los aspectos negativos del internet y los videojuegos, que son innegables (como el peligro de los depredadores sexuales en la red), los adultos debemos acercarnos con humildad a estas tecnologías para orientar mejor a los jóvenes, reconociendo que, por primera vez en la historia, la nueva generación es más sabia que las anteriores en muchos aspectos de la vida cotidiana.
La tecnología informática debe servir para que los niños jueguen mientras aprenden, y que aprendan mejor. Existen programas informáticos de simulación que enseñan historia, geografía, políticas públicas, matemáticas, ingeniería y trabajo en equipo mientras el usuario juega a ser un líder ateniense o un faraón egipcio.
Esto es particularmente relevante para Guatemala, donde los bajos niveles de productividad reflejan la bajísima calidad de su educación primaria. Un cambio de paradigma en la forma de enseñar podría permitir una mejora acelerada en la productividad de los guatemaltecos y, por ende, en sus niveles de bienestar material.
Los avances tecnológicos no sólo entretienen, divierten, educan, sino que también dan esperanza y libertad; y todo eso ya sucedió una vez con la injustamente difamada “caja boba”.