ALCOHOL QUE DA ENERGÍA

Etanol: entre la oportunidad y la incertidumbre

Durante miles de años, la leña fue el combustible esencial de la humanidad. A partir de la revolución industrial fueron los combustibles fósiles (carbón, petróleo y sus derivados) los que prevalecieron, provocando el daño colateral de la contaminación ambiental. Hoy están surgiendo nuevas tecnologías, como la del etanol (alcohol carburante), que buscan generar energía más eficiente y limpia en el futuro.

Existen razones diversas para producir este nuevo tipo de energéticos. Las razones ecológicas tienen que ver con el menor grado de contaminación que ofrecen, comparados con los combustibles fósiles. Las razones económicas se relacionan con la búsqueda de combustibles más baratos o de precios más estables que los derivados del petróleo. Y las razones políticas responden a la visión estratégica de algunos gobiernos que buscan minimizar su dependencia respecto de países petroleros cuyos gobiernos no siempre les resultan amigables. La confluencia de estas hoy en día plantea una oportunidad para países como Guatemala con un potencial importante para producir etanol de caña de azúcar, aprovechando las posibilidades de integración vertical que favorecen el desarrollo de esta joven industria, con el consiguiente impacto positivo en cuanto a creación de inversión y empleo.

Los biocombustibles pueden ser el futuro de la energía, pero aún enfrentan grandes desafíos

Sin embargo, la producción de nuevos combustibles es aún una industria incipiente, cuyos procesos tecnológicos están en continua innovación, lo cual entraña incertidumbres y riesgos para los productores actuales y potenciales. En primer lugar, la viabilidad económica de los biocombustibles depende fundamentalmente de los costos del petróleo y derivados que, si llegaran a bajar sustancialmente, limitarían la expansión mercantil de aquéllos. En segundo lugar, los continuos cambios tecnológicos podrían derivar en que otros productos –como la energía eólica, la solar o el etanol de celulosa arbórea- superen en eficiencia a las tecnologías actuales. Otro factor de riesgo para esta industria está dado por las regulaciones gubernamentales, tanto en los países potenciales productores como en los consumidores, pues medidas como los subsidios a la producción, las barreras a la importación, o las disposiciones técnicas respecto a los porcentajes en que se deben mezclar unos combustibles con otros, pueden tener importantes repercusiones en el mercado.

Al respecto, un grave obstáculo para el pleno funcionamiento de mercado de etanol está dado por los subsidios a la producción y las barreras a la importación que se dan en Europa y Estados Unidos para proteger a sus productores locales. Por ejemplo, el etanol de maíz (que se produce en Estados Unidos) no sólo es ecológicamente inferior al etanol de caña –pues producir etanol de maíz consume casi tanta energía como la que genera al usarse, mientras que el de caña es ocho veces más eficiente- sino que únicamente es viable porque los productores están subsidiados por el estado, amén de haber provocado escasez de granos básicos y el consiguiente aumento de precios, ocasionando un daño reputacional a la industria del etanol, tanto a la ineficiente (de maíz) que lo merecía, como a la eficiente (de caña) que más bien es otra víctima de tales distorsiones.

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