AL PRIMER CABALLERO DE LA NACIÓN
25/abril/2011
CIERTOS ASPECTOS IMPORTANTES QUE DEBERÍAN REGIR EL COMPORTAMIENTO DE TAN AFORTUNADO VARÓN
Las elecciones que se avecinan contarán con varias mujeres como candidatas presidenciales y vicepresidenciales, de manera que existen probabilidades de que en algún momento el Organismo Ejecutivo esté dirigido por una dama cuyo esposo (si lo tuviera) se constituiría en “el Primer Caballero de la Nación”. Dado que esta figura, inédita en nuestra historia, no cuenta con muchos referentes que marquen un ejemplo a seguir, resulta oportuno y prudente reparar, a guisa de consejo, sobre ciertos aspectos importantes que deberían regir el comportamiento de tan afortunado varón.
Señor Primer Caballero: recuerde siempre, y sobre todo, que usted no integra el binomio presidencial, por mucho que durante la campaña hayan utilizado su imagen, abrazado de su esposa (ahora Presidenta), bajo un lema publicitario del tipo “bondad y fuerza”. Recuerde que quien fue electa fue su esposa, mediante el voto con el que el pueblo le delegó el poder. Tenga claro que la figura de Primer Caballero es simbólica pues no se elige mediante voto, no se nombra atendiendo a su capacidad, idoneidad y honradez, ni tampoco recibe salario o hace un juramento de respeto a la constitución en el desempeño de su función.
No se le ocurra empezar a hacer obras de caridad con los recursos del erario público (que no son propiedad suya ni de su esposa), ni inventarse programas sociales bautizados creativamente como “creciendo maravillosamente con las obras sociales del esposo de la presidenta”, o cosas así. Por muy tentador que suene, evite ejercer funciones públicas y tenga presente que no existe ninguna ley específica que invista al cónyuge de la Presidenta de especiales calidades, cualidades ni prerrogativas.
Evítelo, ante todo, por el bien de la democracia y el estado de derecho, ya que no existe mecanismo alguno para “remover” al Primer Caballero de su puesto, ni existe un mecanismo para fiscalizar sus acciones, para sancionarlo, ni para interpelarlo. Pero tenga presente que, aunque la Constitución prevé inmunidades y privilegios para ciertos funcionarios, no contempla tal protección para usted ni los demás familiares de la Presidenta.
El cónyuge de la Presidenta no es parte del gobierno: su función debe ser ética, discreta y libre de protagonismos innecesarios
No acepte ofrecimiento alguno de funcionarios zalameros para que usted asuma, de hecho, funciones que en ley corresponden a los distintos Ministerios que tienen un mandato específico como órganos rectores de su materia. Así que nada de aceptar tener a su cargo, como Primer Caballero, ninguna estructura administrativa dentro del Ejecutivo (como una “Secretaría de Socorro Social del Primer Caballero”), ni tener a su cargo la ejecución de presupuesto alguno, pues no estaría obligado a rendir cuentas sobre el mismo y eso entraña riesgos para su reputación, y para el fisco.
Si tiene usted aspiraciones políticas, tenga la gentileza, el pudor y la paciencia de esperarse los cuatro años que la Constitución exige antes de lanzarse como candidato; no sólo por cumplir con la ley, sino porque, aunque no estuviera prohibido, no es ético que usted o sus hijos, hermanos o parientes saquen ventaja de la posición de su esposa, ni es aconsejable someterlos a la tentación de utilizar recursos del estado para promover su figura.
Nunca pierda de vista que el cónyuge de la Presidenta no es parte del gobierno. Ame a su esposa, llénela de comprensión y cariño, hágala que se sienta respaldada y apreciada (especialmente cuando las encuestas empiecen a mostrar rechazo popular), manténgala enfocada en las cosas importantes de la vida y aconséjela para que obre en bien del país. Esta es la verdadera y principal labor del Primer Caballero, quien además debe acompañar con dignidad a la mandataria en los actos protocolarios que así lo requieran, pero con una presencia puramente ceremonial y simbólica.
Es muy posible que estos consejos también sean aplicables a la figura de la Primera Dama, aunque para ello haya que estar dispuestos a romper paradigmas, como lo hizo el presidente Rafael Correa en Ecuador, quien hace poco eliminó la figura de la Primera Dama y retiró a su país de las “cumbres regionales de primeras damas”, al considerar que dicho cargo era “sexista”, “un anacronismo impuesto por los protocolos internacionales” y porque la “persona casada con un presidente no debe tener derecho a asumir funciones de Estado ya que no ha sido electa”. Bien por él.