CONJURAR EL PESIMISMO
LA INFLACIÓN, EL MAYOR DESAFÍO ECONÓMICO DE GUATEMALA
En sus primeras declaraciones a la prensa, el nuevo Ministro de Economía, Rómulo Caballeros, identificó a la inflación como el “principal problema” en la actual coyuntura económica del país. Confirmando sus palabras, el Instituto Nacional de Estadística reportó para abril una inflación interanual de 10.37%, la más alta para cualquier mes de los últimos once años, lo que coloca al problema inflacionario como el tema más apremiante en el corto plazo. (En el largo plazo, por supuesto, el principal problema de la economía guatemalteca es el de acelerar el crecimiento de la producción a fin de reducir los altos índices de pobreza, pero esto no puede lograrse de forma sostenible si no se reduce la inflación a niveles bajos y predecibles).
Sin que sea consuelo de tontos, es menester recalcar que el tema que angustia al recién estrenado Ministro Caballeros es exactamente el mismo que atormenta a casi todos los ministros de economía y los presidentes de bancos centrales en los países en vías de desarrollo. Diversas estimaciones de expertos dan cuenta de que la inflación esperada para 2008 en las economías emergentes será la más alta de la última década, reflejo principalmente del impacto de los elevados precios internacionales del petróleo y sus derivados, así como del alza dramática en los precios de los granos básicos a nivel mundial. Estos precios se han elevado como resultado de una confluencia de factores en los que poco o nada pueden influir las políticas de economías pequeñas y abiertas como la guatemalteca.
Lo que se requiere ahora es un análisis sensato de la coyuntura y un liderazgo templado que privilegie la necesaria comunicación entre el gobierno y los agentes económicos
Resulta relevante también darse cuenta de que la preocupación principal de las economías en desarrollo (el resurgimiento de la inflación) no es tan prioritaria en los países industrializados; para estos, la principal intranquilidad económica consiste en la amenaza de una recesión prolongada, misma que posiblemente no afectará significativamente, en el corto plazo, a los países en desarrollo (incluyendo a Guatemala) cuyas tasas de crecimiento se prevé que continúen siendo positivas. Esta divergencia de prioridades, que los economistas han bautizado como “desacoplamiento” de las economías en desarrollo respecto de las industrializadas, pone en evidencia lo erróneo que sería pretender copiar en nuestros países las mismas políticas económicas que se están aplicando actualmente en los países ricos.
La complejidad de la situación no aconseja copiar medidas que resultan inadecuadas para nuestro entorno ni tomar decisiones contraproducentes (como los precios tope). Las recientes medidas anunciadas por el gobierno para moderar el impacto de los precios, calificadas por algunos analistas como insuficientes, son al menos razonables y ponderadas. Lo que se requiere ahora es un análisis sensato de la coyuntura y un liderazgo templado que privilegie la necesaria comunicación, fluida y franca, que debe existir entre el gobierno y los agentes económicos que permita conjurar la creciente sensación de pesimismo (que ya se refleja en diversas encuestas) respecto de una crisis que, hasta ahora, es más grave en la mente de los consumidores y productores de lo que lo es en las cifras de producción y empleo. Aún estamos a tiempo.