¿CONTRA QUIÉN PROTESTAR?
25/mayo/2008
LAS PROTESTAS POR EL ALZA EN EL TRANSPORTE: ¿QUIÉN TIENE LA CULPA?
La semana pasada fue en El Pajón, la anterior en Fraijanes y, antes, en Chinautla. En estas comunidades aledañas a la metrópolis se registraron violentas protestas contra el alza en el trasporte de pasajeros hacia la ciudad. Según se entiende, en medio del humo y el griterío, las protestas iban dirigidas principalmente contra los empresarios transportistas por no estar autorizados a efectuar dichos aumentos.
Es comprensible que un jefe de hogar que, de un día para otro, ve cómo debe destinar más del 20% de sus magros ingresos a transportarse a su trabajo, sea presa de la desesperación y proteste contra quienes cree culpables de la pérdida de su bienestar. Los transportistas, por su parte, argumentan que el precio del diesel les hace imposible continuar operando con las tarifas anteriores, explicación que resulta razonable, especialmente si se considera que estos no gozan del generoso subsidio del que disfrutan sus colegas del municipio de Guatemala. La policía antidisturbios, a su vez, debió disolver por la fuerza las manifestaciones arguyendo, no con poca razón, que las mismas alteraban el orden público e impedían la libre locomoción de cientos de guatemaltecos con el consiguiente costo económico personal y social.
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La situación del transporte, de por sí compleja dado el entorno internacional, se complica aún más porque cuando hace años se pudieron adoptar soluciones de fondo, se optó por la cómoda solución de los parches. Y hoy pagamos las consecuencias
¿Contra quién protestar, entonces? Tratándose de una crisis que se origina en el mercado internacional del petróleo, quizá habría que protestar contra los gobiernos de los países de la OPEP por mantener deliberadamente restringida la oferta del producto. O de pronto habría que protestar contra China, India y los países del Sudeste Asiático por tener políticas expansivas que han hecho que sus economías crezcan aceleradamente, aumentando dramáticamente la demanda de petróleo y, consecuentemente, empujando su precio al alza. O tal vez debería protestarse contra el presidente Bush por la infeliz ocurrencia de invadir Irak (país que, por cierto, nada tenía que ver con los terroristas de Al-Qaeda) en un momento tan inoportuno en que el mercado del petróleo estaba tan apretado.
Si estos culpables de la crisis parecen muy lejanos, los habitantes de los municipios aledaños a la capital podrían pensar en protestar contra la discriminación de que son objeto respecto de los vecinos de la ciudad, debido al sistema de subsidios que el gobierno central y la municipalidad de Guatemala han construido a lo largo de los años, el cual genera la enorme distorsión de transferir recursos fiscales provenientes de los impuestos que pagan todos los guatemaltecos (que mayoritariamente habitan fuera del municipio de Guatemala) sin que a cambio los transportistas capitalinos rindan cuentas a nadie sobre su utilización. En fin, se podría protestar contra tantas cosas, como la falta de oportunidades de obtener empleos mejor remunerados que hicieran más asimilable el alza del transporte, o la inflexibilidad que la propia Constitución de la República impone al gasto público impidiéndole dirigir recursos al alivio puntual de problemas coyunturales como el que nos ocupa.
La situación del transporte, de por sí compleja dado el entorno internacional, se complica aún más porque cuando hace años se pudieron adoptar soluciones de fondo, se optó por la cómoda solución de los parches. Y hoy pagamos las consecuencias.