DE GINEBRA A GAZA

19/enero/2009

NINGUNA GUERRA JUSTIFICA IGNORAR EL DERECHO INTERNACIONAL

Las guerras siempre traen consigo atrocidades y sufrimiento humano. Los casi trescientos niños y ochenta mujeres palestinos que han perecido en las tres semanas de ofensiva israelí contra Gaza representan, en frías cifras, la dimensiones no militares de este conflicto.  Las pasiones que desata este nuevo episodio de la longeva guerra entre judíos y palestinos, que se refleja en opiniones radicalizadas y noticias sesgadas, dificulta el análisis objetivo de los hechos. ¿A quién culpar por la muerte de tantos niños y el dolor de tantas madres? Los terroristas de Hamás, que rechazan a Israel y lo provocan lanzando rudimentarios cohetes sobre los asentamientos vecinos a Gaza, tienen su parte de culpa. Como también la tiene, sin duda, la precipitada, temeraria y desproporcionada reacción bélica del estado israelí. Detener la carnicería de civiles inocentes debió haber sido desde el inicio una prioridad, no sólo desde el punto de vista humanitario, sino desde la propia conveniencia de las partes en conflicto que, una vez concluida esta batalla, seguirán siendo tan vecinos como siempre.

Vale la pena recordar que minimizar las bajas civiles es una obligación contenida en la Convención de Ginebra. En particular, uno de sus protocolos adoptados en 1977 establece límites a la acción militar para preservar la integridad de los no combatientes. Estas reglas indican específicamente que “la población civil como tal, así como los civiles en lo individual, no deben ser objeto de ataques. Se prohíbe todo acto o amenaza de violencia cuyo propósito sea esparcir el terror entre los civiles.” Además, indican que “los objetivos civiles no deben ser objeto de ataques o represalias” y que “durante las operaciones militares, se debe tener un cuidado permanente de resguardar a la población civil”. Es evidente que ninguno de los bandos en este conflicto ha respetado estos límites.

Por si esto fuera poco, las reglas de la Convención de Ginebra y sus protocolos mandan que las actividades de la Cruz Roja y otras organizaciones humanitarias deben protegerse y que “el personal médico y religioso debe ser respetado y protegido, y debe brindársele todo el apoyo posible para el desempeño de sus actividades”; el bombardeo israelí a instalaciones de la Cruz Roja y de las Naciones Unidas ha violado flagrantemente este mandato. Asimismo, la Convención indica con claridad que “los niños deben ser objeto de especial respeto y deben ser protegidos contra cualquier forma de asalto indecente. Los bandos del conflicto deben brindarles el cuidado y ayuda que requieren, ya sea por su edad o por cualquier otra razón”.

Ni Hamás ni Israel han respetado estas reglas. De los primeros poco se puede esperar pues son una organización radical a quien casi nadie reconoce como representante legítimo del pueblo palestino. Pero de Israel, por más comprensible que sea su enojo, cabía esperar un comportamiento más acorde con su calidad de miembro de la comunidad de naciones que emitió la Convención de Ginebra. Aunque algunos comentaristas sostienen que la amenaza del terrorismo justifica que se irrespeten los convenios internacionales, en realidad la lucha contra el terrorismo solamente será legítima si respeta los valores comunes de la humanidad. Ninguna guerra debe estar por encima del derecho internacional.

La lucha contra el terrorismo solo será legítima si respeta los valores comunes de la humanidad

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