NO ESTAMOS EN 1982… TODAVÍA

26/enero/2009

LOS ERRORES DEL PASADO NO DEBEN REPETIRSE EN TIEMPOS DE CRISIS

En el frente económico, como en muchos otros aspectos, 1982 fue un año de pesadilla para Guatemala. Gobernaba (es un decir) el país Romeo Lucas, calificado por muchos como el peor presidente de la historia patria, quien en medio de una corrupción escandalosa propició elecciones fraudulentas y fue víctima merecida de un golpe de estado; todo ello en un ambiente bélico en el que el conflicto armado interno estaba en pleno apogeo. Por si esta receta para una crisis fuera insuficiente, la economía de los Estados Unidos, principal socio económico de Guatemala, sufrió su peor recesión de la posguerra (su PIB se redujo en 2% ese año).

No es de extrañar entonces que la inversión nacional se redujera en un espeluznante 18%, lo que incidió en que el PIB guatemalteco cayera (en 3.5%) por primera vez desde 1950. La debacle macroeconómica registrada en 1982 generó tal desconfianza que las reservas monetarias internacionales de la nación se agotaron y se produjo una deflación (el nivel de precios cayó 2%). Por su parte el déficit fiscal (que alcanzó el equivalente a 4.7% del PIB), lejos de moderar la recesión, solamente provocó que la deuda externa del país se duplicara en dos años.

Hoy día, 27 años después de aquella pesadilla, no sólo la economía estadounidense sino la del mundo en su conjunto vuelve a presentar una recesión que provocará irremediablemente una desaceleración económica en Guatemala. Sin embargo, en esta ocasión difícilmente se producirán resultados tan catastróficos como los de 1982 debido a que aquella vez las principales causas de la crisis fueron generadas por los propios guatemaltecos: conflicto armado, descomposición gubernamental, rompimiento del tejido social, ambiente hostil a la inversión, políticas macroeconómicas irresponsables, abandono de la integración centroamericana, y un largo etcétera.

Afortunadamente no estamos en 1982, al menos no todavía. Para evitar el riesgo de regresar a ese pasado debemos esforzarnos es preservar aquellos aspectos que hoy nos diferencian de aquella situación ignominiosa, lo cual implica, entre otros aspectos, preservar la disciplina fiscal y monetaria, administrar prudentemente las reservas monetarias internacionales, manejar de forma sensata la deuda pública, perseverar en los esfuerzos de integración económica, y consolidar los avances (que sí los ha habido) en materia electoral y de participación ciudadana para construir un ambiente de armonía social que favorezca la inversión y el desarrollo económico. Ante todo, debemos evitar cometer los mismos errores en los que se incurrió en los años ochenta.

La actual crisis financiera internacional representa una grave amenaza para nuestra economía y un complejo desafío para las autoridades gubernamentales. Existen fortalezas y se anuncian acciones, como el programa de emergencia y recuperación económica, que pueden ayudar a minimizar los efectos de la crisis. Pero no hay que olvidar que los mayores riesgos y las peores amenazas están dadas por los daños que los propios guatemaltecos podemos infligirnos: la confrontación, la corrupción, la ingobernabilidad y el pesimismo son capaces de causar estragos mucho mayores que cualquier crisis internacional. Como en 1982.

La confrontación, la corrupción y la ingobernabilidad pueden causar más estragos que cualquier crisis internacional

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