POLÍTICA MONETARIA PARA 2011
17/enero/2011
UNA POLÍTICA MONETARIA ESTABLE EXIGE UNA POLÍTICA FISCAL RESPONSABLE
Los relevos en la presidencia del banco central suelen generar incertidumbre respecto de posibles alteraciones en el rumbo de la política monetaria; máxime cuando, como en el caso más reciente, el nuevo presidente del Banco de Guatemala –Banguat-, nombrado en septiembre pasado, es un personaje no sólo cercano al Presidente de la República y a su esposa, sino que también integró el equipo técnico del partido de gobierno durante la campaña electoral pasada.
Las dudas que dicho nombramiento pudieran haber generado en relación con la autonomía del banco central y el futuro de la política monetaria han estado aclarándose desde entonces. Una prueba de fuego que se esperaba con gran expectativa era el anuncio de la política monetaria que la Junta Monetaria aprobó para 2011. Tratándose de un asunto con ribetes eminentemente técnicos, siempre causa cierto nerviosismo que los políticos intenten influir sobre la formulación de la política monetaria a fin de lograr sus objetivos electorales
Afortunadamente, tanto Edgar Barquín (el nuevo presidente del banco central) como el propio Presidente Colom (a través de sus ministros que hacen parte de la Junta Monetaria y de su decisión de volver a nombrar a Julio Suárez como Vicepresidente del Banguat) han optado por mantener la prudencia en la política monetaria de 2011 y por evitar cambios bruscos en la misma.
Entre las leves modificaciones que la Junta Monetaria aprobó para 2011 está una ligera ampliación en la banda de fluctuación cambiaria que define cuándo el banco central puede intervenir para moderar las variaciones del tipo de cambio, y un ajuste al peso que la propia Junta asigna a los indicadores que disparan sus decisiones sobre la tasa líder de interés. Se trata de cambios modestos, pero que están en línea con el gradual fortalecimiento del régimen de metas explícitas de inflación.
Si bien es cierto que las acciones de política monetaria planteadas para 2011 pudieron haber sido un poco más ambiciosas –especialmente en materia de reformar los mecanismos operativos de la política monetaria en el mercado de dinero a efecto de la misma se transmita más rápidamente a la economía-, también lo es que el enfoque de “no mover maicitos” en un año electoral habla bien de la solidez institucional del Banguat y del enfoque técnico de sus funcionarios, lo cual coadyuva a que la política monetaria no sea cortoplacista y a que el banco central haga valer la autonomía de la que goza por mandato constitucional.
Sin embargo, la continuidad de una política monetaria de pocas fluctuaciones se verá condicionada por, al menos, tres factores previsibles. En primer lugar, de mantenerse el aumento en el precio internacional de los alimentos, la inflación doméstica –que es la meta central de la política monetaria- podría verse presionada y requerir dolorosos ajustes monetarios contractivos.
En segundo lugar, si los flujos de capital hacia el país continúan, el tipo de cambio podría seguir experimentando una tendencia a la apreciación en detrimento de la competitividad de las exportaciones, lo cual incrementaría las presiones que esta clase de fenómenos genera para que el banco central intervenga y evite que el tipo de cambio se reduzca.
En tercer término, y quizá más importante, está el riesgo de que el desequilibrio estructural de las finanzas públicas empeore durante el año electoral, con un aumento en el déficit fiscal y en la deuda pública que podrían presionar sobre la tasa de interés doméstica o sobre el nivel general de precios. Precisamente para minimizar la incertidumbre asociada a estos riesgos era crucial contar con un programa macroeconómico precautorio avalado por el Fondo Monetario Internacional.
Lamentablemente, las autoridades económicas del país han manifestado no tener prisa en firmar un acuerdo de este tipo por no considerarlo urgente; extraoficialmente, sin embargo, se sabe que el principal obstáculo para un acuerdo de esta naturaleza estriba en la dificultad de hacer explícita la deuda flotante generada por la construcción desfinanciada de obra pública, pues ello obligaría a asumir el compromiso (políticamente incierto) de reducir dicha deuda.
Pocas veces ha sido tan claro como ahora que la mejor política monetaria es una prudente política fiscal.
Pocas veces ha sido tan claro como ahora que la mejor política monetaria es una prudente política fiscal