EL MERCADO Y SU ORIENTACIÓN MORAL
10/enero/2010
LA ECONOMÍA NECESITA ÉTICA PARA FUNCIONAR AL SERVICIO DEL BIEN COMÚN
A raíz de la crisis económica mundial, que empezó con el colapso del sistema financiero estadounidense en 2008, ha cobrado un nuevo ímpetu la idea de que los mercados necesitan no sólo de una regulación más estricta, sino también de una orientación ética y moral más explícita. Esta idea no es nueva y puede encontrar sus raíces en la publicación de Rerum Novarum por el Papa León XIII, la cual dio origen a la llamada Doctrina Social de la Iglesia.
Aquella encíclica de 1898, y las varias que le siguieron en décadas subsiguientes, han intentado ejercer lo que los economistas llaman “persuasión moral” sobre la disciplina económica; sin embargo, no ha sido sino hasta la emisión de la encíclica Caritas in Veritate, por parte de del actual Papa, Benedicto XVI, que la teoría económica se introdujo formalmente en medio del lenguaje moral de la iglesia.
Esta encíclica es muy precisa en indicar que “la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona”, y al hacerlo no sólo se refiere a los temas económicos de actualidad, sino que utiliza muchos más razonamientos económicos formales que cualquiera de las encíclicas anteriores.
La ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla
Entre los principales argumentos de Caritas in Veritate (que puede calificarse como pro-mercado, aunque no necesariamente pro-capitalista) destaca que “la ganancia es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla. El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza”. También indica que el aumento en la disparidad de la riqueza puede tener efectos contraproducentes pues “el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países […], no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del «capital social»”.
La encíclica también plantea la necesidad de salvaguardar el acceso a empleos estables, pues “la ciencia económica nos dice que una situación de inseguridad estructural da origen a actitudes antiproductivas y al derroche de recursos humanos, en cuanto que el trabajador tiende a adaptarse pasivamente a los mecanismos automáticos, en vez de dar espacio a la creatividad”.
Uno de los puntos que más llaman la atención es el énfasis que el Papa pone en el factor “confianza” para el buen funcionamiento de la economía de mercado, pues reconoce que el intercambio económico, bajo condiciones de confianza mutua, reduce los costos de transacción y permite una mayor eficiencia en la producción. Al respecto, el mensaje papal es que el sistema económico no es un “juego de suma cero” en el que una parte gana a expensas de que otra pierde, y que “se ha de considerar equivocada la visión de quienes piensan que la economía de mercado tiene necesidad estructural de una cuota de pobreza y de subdesarrollo para funcionar mejor”. El desarrollo es, pues, un juego de suma positiva en el que todas las partes pueden alcanzar mayores niveles de satisfacción económica.
Con Caritas in Veritate –que habla incluso de temas económicos tan técnicos como el de las externalidades aplicadas al manejo sostenible del ambiente- la Iglesia Católica plantea de nuevo, y con más éxito quizá que en ocasiones anteriores, la orientación para un pensamiento económico que, en vez de escoger entre estado o mercado, entre individuo o sociedad, y entre empresa o medio-ambiente, logre armonizar esas visiones extremas en búsqueda del propósito último de la economía de mercado: la búsqueda del bien común.
Aunque Benedicto XVI difícilmente ganaría un concurso de popularidad papal, es menester reconocer que, gracias a la rigurosidad y talento con que escribió esta encíclica –pese a que su estilo germánico lo priva de lograr un lenguaje emotivamente atractivo-, ha logrado que la Doctrina Social de la Iglesia avance en tender un puente concreto hacia la doctrina económica, dándole a ésta un marco ético para el análisis de los problemas contemporáneos.