GUATEMALA, ¡FELIZ!

03/enero/2011



GUATEMALA ES UNO DE LOS PAÍSES MÁS FELICES AUNQUE SUS CONDICIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS SON ADVERSAS

La población guatemalteca es relativamente feliz, a pesar de los innegables problemas económicos y sociales que afectan a nuestra sociedad. Al menos eso es lo que dicen diversas encuestas publicadas en años recientes que reflejan la opinión de las personas alrededor del mundo sobre este tema.

Algunas de estas encuestas preguntan cuán felices se sienten los entrevistados, entendiendo “felicidad” como una sensación temporal de bienestar que depende no sólo de los factores externos, sino también del temperamento individual. Otras inquieren sobre el grado de “satisfacción con la vida” que manifiestan los encuestados, es decir, un estado más permanente de dicha y complacencia con su situación particular.

Al primer grupo corresponde el Índice de Felicidad publicado por la entidad española ASEP, en el que Guatemala resulta ser el segundo país “más feliz” de Latinoamérica y el cuarto del Hemisferio (detrás sólo de Estados Unidos, Canadá y Brasil). De manera similar el Happy Planet Index 2.0, publicado en julio de 2009 y que combina el nivel de felicidad manifestado por la población con la sostenibilidad del ambiente, afirma que nuestro país es el cuarto país mejor calificado del mundo, detrás de Costa Rica, República Dominicana y Jamaica.

Es difícil sentirse infeliz en medio del exuberante paisaje y del benignísimo clima con que Dios nos bendijo

En el caso de las encuestas que califican el grado de satisfacción con la vida, Guatemala califica bien, aunque no tanto como en el primer tipo de encuestas. Por ejemplo, la Encuesta Mundial de Gallup, publicada por Forbes para 2005-2009, coloca a Guatemala en el puesto 38 de 153 países a nivel mundial (17 entre 27 países americanos) según el grado de complacencia que sus habitantes tienen con la vida, en tanto que el índice compuesto de bienestar subjetivo del World Values Surveys 1995-2007 (que pondera tanto la “felicidad” como la “satisfacción” de los encuestados) nos ubica en el puesto 17 de 97 países en el mundo (sexto lugar en América).

Vale la pena comentar dos aspectos interesantes de estos resultados. En primer lugar las encuestas reflejan que dentro de un mismo país las personas ricas tienden a ser más felices que las pobres; sin embargo eso no sucede entre países (no son siempre los países más ricos los que califican como más felices o satisfechos) ni entre épocas (el aumento continuo del ingreso en muchos países no ha sido acompañado por un aumento en la percepción de felicidad de sus ciudadanos).

En segundo lugar, y no obstante lo anterior, las encuestas también revelan que los países que peor califican en los índices de felicidad son aquellos que, al mismo tiempo, tienen los más bajos niveles de ingreso económico (Zimbabwe, Burundi y Haití ocupan consistentemente los últimos lugares en todas las listas). Ambos aspectos apuntan a que, para sentirse dichosa, una sociedad debe primero satisfacer las necesidades básicas (alimentación y refugio); una vez logrado lo anterior, los subsecuentes aumentos en bienestar material contribuirán marginalmente menos a la felicidad.

Lo anterior implica que, aunque la riqueza y el nivel de ingreso contribuyen sin duda a alcanzar la felicidad y la satisfacción con la vida, otros factores pueden ser tanto o más importantes. Entre tales factores se encuentran algunos que explicarían el porqué de la satisfacción del guatemalteco promedio con su vida.

Según Eduardo Punset, las claves de la felicidad tienen que ver tanto con que el individuo encuentre un compromiso o una motivación para vivir, como con que mantenga vínculos significativos con familiares, amigos y su comunidad que, idealmente, conlleven la posibilidad de poder dar y recibir solidaridad. Ciertamente, algunas de estas claves suelen manifestarse en la sociedad guatemalteca.

Quizá el hecho de que Guatemala, a pesar de sus precariedades, tenga un nivel de ingresos y riqueza mejor al de muchos países verdaderamente pobres ayuda a explicar, en parte, la satisfacción de los guatemaltecos con su vida. Quizá, también, el hecho de que el chapín es muy adaptable a las circunstancias y que sus expectativas son, por lo general, modestas también contribuye a explicar la paradoja de nuestra felicidad. O quizá, simplemente, porque es difícil sentirse infeliz en medio del exuberante paisaje y del benignísimo clima con que Dios nos bendijo. Aunque no lo aprovechemos.

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