INESTABILIDAD EN EL GABINETE
28/junio/2010
LOS CAMBIOS FRECUENTES EN EL GABINETE SOCAVAN LA CONTINUIDAD DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS
Los ministros, se dice, son como fusibles que a veces se queman –y se sustituyen por nuevos fusibles- para permitir que el gobierno continúe funcionando incluso en momentos de alta tensión política. Pero cuando varios fusibles se queman simultáneamente es natural sospechar que algo está fallando en los circuitos del sistema político. Incluso si se acepta la explicación alegórica de que el gabinete es como un equipo de futbol en el que el entrenador realiza diversos cambios para mejorar su desempeño, los seguidores del equipo tienen derecho de preocuparse cuando los sustituidos incluyen a las estrellas del equipo y los cambio se producen en un momento clave del partido.
La renuncia reciente, ocurrida en el lapso de una semana, de los ministros de Economía, de Finanzas Públicas y de Energía y Minas amerita reflexionar sobre el grado de estabilidad que debe tener cualquier gabinete de gobierno. Es evidente que los cambios de ministros son a veces necesarios y convenientes, particularmente si están basados en causas justificadas y orientados a mejorar la efectividad de las acciones gubernamentales. Sin embargo, la estabilidad de los ministros en el cargo puede ser un factor clave para el éxito de las políticas públicas.
Vale la pena hacer hincapié en que los ministros de Estado cumplen funciones esenciales, primero, en la etapa de formulación y diseño de las políticas de gobierno y, después –y más importante-, en la etapa de ejecución de dichas políticas, para cuyo efecto participan también en la interpretación y aplicación de las normas promulgadas por el Poder Ejecutivo, a la vez que dirigen, evalúan y supervisan a los equipos burocráticos que conforman su respectivo Ministerio.
A nivel internacional, algunos centros de estudio sostienen que un ministro de Estado debería permanecer unos tres años en su cargo a fin de asegurar cierta continuidad y coherencia en las políticas de su cartera. En el caso de Guatemala dicho razonamiento tiene, incluso, más sentido si se considera que una de las debilidades sistémicas del país es la ausencia de políticas públicas de mediano y largo plazos: para fomentar dichas políticas, y que los ministros puedan ejecutarlas hasta su culminación, es ciertamente necesaria alguna continuidad de los funcionarios a cargo del gabinete.
Un ministro que dura poco en su cargo no puede adquirir las destrezas especiales que la administración pública requiere
Si los ministros no permanecen suficiente tiempo en el cargo, será más difícil que las políticas se orienten al largo plazo y, por ende, habrá más riesgo de continuos cambios de rumbo en las medidas de gobierno. Además, un ministro que dura poco tiempo en su puesto no podrá adquirir las destrezas especiales que la administración pública requiere, lo cual dificultará la implementación eficaz de las políticas.
Los cambios abruptos en el gabinete también pueden crear vacíos de liderazgo que pueden ocasionar, a su vez, la ralentización del aparato burocrático y, en el peor de los casos, agravar la corrupción. Asimismo, dado que la mayoría de ministros de cualquier gobierno no suelen ser funcionarios de carrera, una permanencia demasiado breve en sus cargos les impide desarrollar las aptitudes gerenciales y políticas (incluyendo su trato con el Legislativo) que los ayudarían a desempeñar más eficazmente sus funciones.
Todo lo anterior es particularmente relevante en el caso del Ministro de Finanzas Públicas, por la función central que dicha cartera ha jugado tradicionalmente en Guatemala, debido a la rectoría que tiene en el proceso de diseño y ejecución presupuestaria, lo cual le permite incidir crucialmente sobre la agenda presidencial y ejercer un rol de coordinador de muchas acciones del gabinete de gobierno, pero también lo es en el caso de los otros dos nuevos ministros.
Esperemos que los recién estrenados ministros, aunque estarán presumiblemente poco tiempo en sus cargos, gocen del debido respaldo por parte del Presidente y el resto del gabinete, a fin de que puedan ejercer sus funciones como expertos en su campo, como administradores y como impulsores de las políticas de Estado que el país necesita.