LA NATURALEZA DE LA “CRISIS”
16/junio/2008
LA ECONOMÍA ANTE UN SHOCK DE OFERTA: DECISIONES COMPLEJAS Y DILEMAS INEVITABLES
La situación económica por la que atraviesa el país, caracterizada por la ocurrencia simultánea de una inflación elevada y de una desaceleración en el ritmo de crecimiento económico, hace que analistas, expertos y funcionarios de gobierno por igual se pregunten qué medidas de política adoptar para evitar que la inflación siga subiendo y el ritmo de crecimiento siga reduciéndose. Resulta crucial, entonces, identificar apropiadamente la naturaleza de la situación actual, de manera que cualquier medida que se pretenda adoptar se evalúe a la luz de un diagnóstico adecuado porque si se parte de uno equivocado el remedio puede resultar peor que la enfermedad.
Al respecto todos los elementos existentes apuntan a que estamos sufriendo lo que en la teoría económica se conoce como un típico shock de oferta resultante del alza en los precios internacionales del petróleo y sus derivados, así como en los precios de muchos otros productos primarios, incluyendo los cereales para consumo humano. Este fenómeno de origen externo no sólo provoca una inflación distinta de la que estamos acostumbrados a sufrir como producto de un exceso de dinero circulante o de un exceso de gasto gubernamental, sino que también ocasiona una ralentización de la producción y del consumo de bienes y servicios en la economía.
Un shock de oferta como el que estamos viviendo ya lo ha sufrido anteriormente la economía mundial (las últimas dos veces en 1973-70 y en 1979-80), y plantea un dilema difícil de resolver a las autoridades encargadas de la política económica. Por ejemplo, si la autoridad monetaria se decanta por subir las tasas de interés como mecanismo para combatir la inflación, corre el riesgo de agravar la desaceleración económica; si, por el contrario, decide relajar la política monetaria para impulsar la producción, corre el riesgo de exacerbar la inflación.
No hay remedios milagrosos, solo decisiones bien fundamentadas
Este tipo de shocks también pone en una difícil disyuntiva a las empresas, ya que si trasladan al precio de venta de sus productos el aumento sufrido en el costo de las materias primas pueden generar una caída en sus ventas, mientras que si no lo hacen verán esfumarse sus márgenes de utilidad.
La toma de decisiones en esta situación es, pues, tan compleja para los encargados de la política económica como lo es para los empresarios. Y también es muy complicada para los políticos, que quisieran poder tener un remedio milagroso para combatir simultáneamente la inflación y la desaceleración económica. Ese remedio, lamentablemente, no existe y, de ser necesario, habrá que escoger entre el menor de los dos males, pero con base en un análisis serio y realista que tome en cuenta la naturaleza mundial del fenómeno que nos aqueja. Por ahora no hay que caer en pánico ni en actitud de catastrofismo: ya hemos pasado por verdaderas crisis mucho peores que ésta (recordemos que durante varios años de la décadas de 1980 el PIB no llegaba a crecer ni un 1%) y las hemos superado.
Lo importante es no cometer locuras en materia de política pública y tratar de conducir la barca con destreza y consistencia hasta que pase la tormenta.