LA ERA DEL FUBTOL

07/junio/2010


EL FÚTBOL: UN FENÓMENO GLOBAL QUE UNE, ENSEÑA Y GENERA OPORTUNIDADES

Es lo más importante entre las cosas menos importantes, según el ex jugador argentino Jorge Valdano. Y, si no siempre, al menos durante los próximos treinta y tantos días habrá que estar de acuerdo con él. La Copa Mundial de la FIFA, el mayor espectáculo sobre la tierra que se inaugura el próximo viernes, mantendrá a las multitudes expectantes frente a la televisión, la computadora o la radio.

El futbol es el fenómeno multifacético de nuestra era. Tiene, para empezar, facetas económicas gigantescas. Sólo la Copa Mundial representará para la FIFA (con todos sus poderes monopólicos sobre el evento) ingresos por un monto cercano a la increíble suma de dos millardos de dólares de los cuales la FIFA –tan generosa ella- pagará a los clubes (los verdaderos patronos de los jugadores) unos dos mil dólares diarios por cada jugador mundialista, como compensación por su aporte al torneo. Poca cosa si se compara con los ingresos de algunos jugadores que se codean en las revistas del corazón con las estrellas de cine y con la realeza.

El futbol es también un fenómeno globalizador. La Copa Mundial será seguida con interés en los cinco continentes donde paralizará muchas actividades rutinarias, pese a la resistencia de algunos intelectuales, la exasperación de muchas amas de casa y la indiferencia de millones de estadounidenses e indios (¡allá ellos!). El futbol es epítome de la mundialización: ningún seleccionado de Nigeria, un solo marfileño y a penas dos uruguayos juegan en clubes de sus propios países. La Liga Premier inglesa es el programa televisivo más visto en el continente africano.

El futbol tiene, asimismo, un cierto sabor democrático. Allí, la superpotencia no es el país más rico (Estados Unidos), sino el más alegre (Brasil), y los países europeos en crisis económica (España, Italia y Francia) son favoritos para alzar la Copa (aunque al final, como también dijo Valdano, siempre gane Alemania), pues para triunfar en futbol no basta con tener dinero –y con él mejores atletas- sino también se requiere de estilo, creatividad e inspiración.

El fútbol tiene, asimismo, un cierto sabor democrático. Allí, la superpotencia no es el país más rico (Estados Unidos), sino el más alegre (Brasil)

Por eso el futbol es, además, un fenómeno cultural capaz de influir sobre la transformación y el progreso social, tal como lo atestigua la misma República de Sudáfrica, anfitriona del torneo. Los nuevos estadios, aeropuertos y carreteras construidos para el evento han cambiado ya el paisaje sudafricano. Aunque no se sabe aún si la Copa Mundial hará más rica a Sudáfrica, no hay duda de que la hará más feliz pues este país, con una sociedad históricamente fraccionada, ha encontrado en el futbol un importante factor de cohesión: los Bafana Bafana serán aclamados por el ensordecedor ruido de miles de vuvuzelas sopladas con igual emoción por aficionados negros, xhosas y zulús,  blancos y colorados.

Mientras tanto en Guatemala nos conformaremos con vivir a la distancia esos ejemplos y esas emociones, sabiendo que el 5 a 0 que los sudafricanos le recetaron a nuestra selección es fiel reflejo de la manera diametralmente diferente en que ambos países aplican muchas de sus políticas públicas, incluyendo la política deportiva. Mientras que acá todavía hay proteccionistas que creen que el bajo nivel de nuestro futbol se debe al exceso de jugadores extranjeros en nuestra liga (cuando estos vienen simplemente porque son más abundantes y  ofrecen una mejor relación calidad-precio), en Sudáfrica se ha invertido masivamente en el entrenamiento y educación deportiva en las escuelas, dotándolas de canchas y de entrenadores especializados en niños de entre 5 y 11 años (edades clave para adquirir la técnica futbolística).

Para que nuestro país no se quede excluido también de la era del futbol y pueda reducir la brecha que nos separa de Sudáfrica, los dirigentes del futbol federado y escolar deberán tomárselo más en serio como un negocio en el que todos ganemos (no como un camino fácil para “hacer negocios”) y como uno de los pocos mecanismos de verdadera cohesión social con el que pueden identificarse todos los guatemaltecos.

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