¿CUÁNTO VALE UN BOSQUE?

19/julio/2008

ECONOMISTAS Y AMBIENTALISTAS CADA VEZ MÁS DE ACUERDO EN EL IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO EN LA ECONOMÍA

Hasta hace pocos años, la mayoría de economistas y de hacedores de políticas públicas hablaban un idioma diametralmente distinto al de los ambientalistas. Mientras que estos entendían el bienestar en función de cuánto espacio físico ambiental se lograba preservar (con énfasis en el stock de recursos naturales disponibles), aquéllos cifraban la medida del desarrollo en el valor monetario del flujo de bienes y servicios producidos periódicamente (el producto interno).

Esta diferencia de enfoques provocó que en muchas ocasiones los funcionarios de países en vías de desarrollo, formados generalmente en la tradición académica de la síntesis económica neoclásica, consideraran que las posiciones de los ambientalistas, asociadas a la tradición “verde” surgida en los países industrializados, eran ajenas a las prioridades de los países pobres (salud, educación, nutrición) e, incluso, que rayaban en el cinismo pues, precisamente, eran los países industrializados quienes más carbono emitían y quienes más contribuían al calentamiento global.

De un tiempo a esta parte, sin embargo, estos desencuentros han empezado a reducirse. El calentamiento global es un tema que ya no figura únicamente en la agenda de los ambientalistas radicales, sino que destaca en los discursos y planes de gobierno de los partidos políticos de diferente signo alrededor del mundo. Hoy en día se acepta ampliamente que el cambio climático es un fenómeno que plantea serios desafíos macroeconómicos. El calentamiento global puede contribuir a generar reducciones en la producción y en la productividad agrícola, pesquera o turística, a la vez que puede ser un factor coadyuvante de desastres naturales, todo lo cual repercute en costos y distorsiones fiscales o macroeconómicos.

El entendimiento entre economistas y ambientalistas se está estrechando gracias a las ‘cuentas verdes

El entendimiento entre economistas y ambientalistas se está estrechando en buena medida gracias a los avances que se están produciendo en materia de contabilización: las llamadas “cuentas verdes” son una suerte de lengua franca que permite una mejor comunicación entre ambas profesiones, pues miden simultáneamente los impactos de la economía en el ambiente y la contribución del ambiente a la economía. Es por ello motivo de satisfacción y optimismo saber que en Guatemala existen importantes avances en la construcción de un Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica Integrada –SCAEI-, en el marco de una alianza entre instancias públicas y de la academia, lideradas por el Banco de Guatemala y el Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad Rafael Landívar. La semana pasada tuve ocasión de asistir a un seminario en el que se presentaron los principales hallazgos de este esfuerzo, que arrojan interesantes resultados sobre la relación entre el ambiente y la economía, incluyendo datos relativos a la reducción de la cobertura forestal en el país, la aún escasa contribución de la silvicultura a la producción nacional, o el exiguo monto del gasto público que se destina al tema ambiental. Esta iniciativa puede ser de gran utilidad para el diseños de políticas públicas ambientalmente concientes y responsables, por lo que resulta conveniente sus institucionalización y fortalecimiento.

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