EL MÓVIL DE TODOS LOS CRÍMENES
18/mayo/2009
LA VIOLENCIA EN GUATEMALA ES CONSECUENCIA DE LA AVARICIA Y LA CORRUPCIÓN, NO DE IDEOLOGÍAS
La terrible situación de violencia e inseguridad que aflige a la sociedad guatemalteca ha cobrado actualidad ante los ojos del mundo a raíz del deplorable asesinato del respetado abogado Rodrigo Rosemberg y de los señalamientos que éste dejó grabados antes de su muerte. La imagen de un país dividido que hoy proyectan los noticieros internacionales puede ser comparable con la de los terribles años oscuros del conflicto armado interno. Empero, entre aquellos hechos y los actuales, existe una diferencia que debe hacernos reflexionar: las acciones de los bandos en pugna de hace treinta años, por más equivocadas ideológica o moralmente que nos parezcan, estaban impulsadas por la creencia en que, a través de ellas, se lograría un mejor país.
Hoy día, en triste contraste, el móvil de los crímenes es infinitamente más crudo y pedestre: es la avaricia y el enriquecimiento ilícito en cualquiera de las múltiples formas que se manifiestan diariamente en nuestra sociedad, sea mediante el asalto a mano armada del ladronzuelo, la extorsión del marero, la coima del policía, la apropiación indebida del tesorero de la oficina pública, la adjudicación fraudulenta de obras y contrataciones del estado, el manejo insensato de fideicomisos, o un largo etcétera. Nada de ideología, nada de ideales, sino llana y vulgar mala fe.
No hay que perderse. El robo en todas sus formas –entre las que destaca la corrupción- es la causa que está detrás de la mayoría de asesinatos que enlutan a Guatemala. En la medida en que se tenga claro que es ése el flagelo (con todas sus dimensiones) contra el cual la sociedad en pleno debe manifestarse y actuar, en esa medida será más fácil resistirse al perverso juego de quienes apuestan por la ingobernabilidad mediante el conflicto entre clases sociales o el rompimiento del orden constitucional.
La violencia que atraviesa Guatemala no responde a ideales o luchas ideológicas, sino a un problema de avaricia y corrupción que afecta a todos los niveles de la sociedad
El combate al robo y a la corrupción tiene, evidentemente, una dimensión institucional que pasa por la urgente necesidad de reestructurar profundamente el sistema de pesos y contrapesos del estado. Este sistema incluye, por supuesto, un poder judicial funcional e independiente, pero también una Contraloría de Cuentas autónoma y eficaz que de verdad vele por el cumplimiento de las normas, así como una administración pública sólida y técnicamente competente. Igual de importante es que los partidos políticos sean institucionalizados con base en plataformas programáticas, de manera que dejen de ser simples vehículos diseñados para que personas inescrupulosas accedan al poder con el propósito exclusivo de enriquecerse con los precarios recursos del estado.
Pero además de mejores instituciones se requiere de mejores actitudes; todos los guatemaltecos debemos compenetrarnos de que la corrupción no es tolerable y que es inmoral apropiarse de los bienes de otro. Los valores centrales de la integridad, el espíritu de servicio y la responsabilidad en la administración del dinero ajeno deben ser el norte que guíe a los empleados y funcionarios públicos, sean o no electos. Esos valores no pueden ser sustituidos o impuestos por leyes o reglamentos, sino que deben ser enseñados y aprendidos en el hogar y en la escuela. Mientras la mezcla entre avaricia y laxitud en la aplicación de las normas sea socialmente tolerada, el resultado seguirá siendo tan desastroso como ahora.