EL DILEMA DE AMÉRICA LATINA
01/febrero/2010
EL FUTURO LATINOAMERICANO DEPENDERÁ DE MÁS MERCADOS Y MENOS POPULISMO
La compra de un libro es un juego de azar que, por mucho que uno sepa del tema, siempre encierra la probabilidad de acertar y ganar, o de equivocarse y perder. Hace unos días aposté por comprar el libro Populismo o Mercados: el Dilema de América Latina, del economista chileno Sebastián Edwards. Acierto pleno y apuesta ganada. Se trata de un pequeño pero rico tratado sobre las políticas públicas y las reformas que los países latinoamericanos han aplicado en el pasado, así como sobre las que deben aplicar en el futuro para aumentar su crecimiento económico y mejorar sus niveles de vida. Para escribir una obra como ésta se requiere, entre otras cualidades, poseer credenciales académicas contrastadas; y Edwards las tiene, como puede comprobarse viendo su amplísimo currículum.
Las reformas deben centrarse en productividad, infraestructura, instituciones sólidas y educación si se quiere alcanzar la prosperidad
La obra plantea que las reformas económicas de los años 90 en Latinoamérica fueron aplicadas de manera parcial, superficial o incorrecta (o las tres cosas a la vez); que la pobreza y la desigualdad son problemas ancestrales que no pueden ser atribuibles a los intentos de reforma de la década pasada, sino que se explican por los factores que están detrás del magro crecimiento económico y de la debilidad de las instituciones. Edwards predice que sólo los países que se atrevan a privilegiar la innovación y la productividad, a fortalecer sus instituciones y a proteger mediante redes de seguridad social a los segmentos menos favorecidos de la población, lograrán alcanzar el desarrollo y la prosperidad. Los que no lo hagan estarán condenados al estancamiento económico, al rezago social e incluso, si caen en la tentación del populismo, a crisis recurrentes de inestabilidad económica e ingobernabilidad.
La principal gracia de Populismo o Mercados no radica en la erudición del autor, ni en la veracidad de sus hipótesis (que si bien comparto en general, están sujetas a debate), sino en la manera fluida y desenfadada con que Edwards traslada sus puntos de vista, por lo que su lectura resulta comprensible e ilustrativa para cualquier lector que esté interesado en la cosa pública. Si bien se notan algunos defectos de edición e imprenta en la publicación (de Grupo Editorial Norma, septiembre de 2009), la prosa es legible y adecuada al público objetivo. Lo más importante es, quizá, que logra explicitar con claridad que las reformas verdaderamente importantes (o, al menos, el debate sobre ellas) deben centrarse en la productividad y la infraestructura (como medios para acelerar el crecimiento), en el fortalecimiento de las instituciones (como medio de darle sustento al bienestar), y en la educación (como medio para reducir la inequidad).
Aparte de la familiaridad del autor con los países latinoamericanos, sobre los cuales ha realizado diversas consultorías en el pasado (incluyendo varias para Guatemala, lo cual se nota en las menciones a nuestro país en el texto), destacan las referencias y anécdotas de la historia latinoamericana que salpican y enriquecen los distintos capítulos. Me resultó particularmente ilustrativa (jocosa y trágica a la vez) la cita de un consejo que el presidente Perón escribió a su colega chileno Carlos Ibáñez, sugiriéndole gastar el erario público sin preocuparse de las consecuencias macroeconómicas. Con razón don Juan Domingo condujo a su Argentina, con populista entusiasmo, del primero al tercer mundo sin escalas y en tiempo récord; lástima que no pudo leer antes este libro.