LA BANCA CENTRAL Y LOS ESTADISTAS
03/enero/2008
LA AUTONOMÍA DEL BANCO CENTRAL, PILAR DE LA ESTABILIDAD ECONÓMICA
No es casualidad que grandes estadistas, a lo largo de la historia y en muchos países, se hayan decantado no sólo por respetar, sino por fortalecer la autonomía de la banca central
Las relaciones entre el banco central y el gobierno, en cualquier país, no son siempre cordiales porque sus incentivos pueden no coincidir en el corto plazo: mientras que aquél quisiera que nunca hubiese déficit fiscal, éste preferiría a veces aumentar agresivamente el gasto público. Por eso no es de extrañar que los gobiernos (especialmente los nuevos) caigan en la tentación de creer que su gestión sería más fácil si tan solo pudieran nombrar en la dirección del banco central a personas de su misma línea partidaria y sustituir a las autoridades que heredan simplemente porque –como dijo el presidente Berger en su momento- “no son de su equipo”.
Pero la entrada de un gobierno nuevo también es un buen momento para plantearse la importancia de contar con un banco central cuya autonomía le dé credibilidad institucional al Estado y brinde certeza a los inversionistas nacionales y extranjeros. No es casualidad que grandes estadistas, a lo largo de la historia y en muchos países, se hayan decantado no sólo por respetar, sino por fortalecer la autonomía de la banca central. Nuestro propio Juan José Arévalo, con su “socialismo espiritual”, fue artífice de la fundación del Banco de Guatemala como entidad autónoma, por lo que dicha autonomía puede considerarse como una de las grandes conquistas de la Revolución de Octubre de 1944.
En Estados Unidos, más recientemente, es célebre el encuentro que Bill Clinton, a la sazón gobernador de Arkansas por el partido demócrata, tuvo antes de asumir la presidencia de Estados Unidos con el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, simpatizante republicano que había sido nombrado por el presidente saliente George Bush, encuentro en el que se forjó una alianza de mutuo respeto que permitió a Clinton presidir sobre un período de auge económico y a Greenspan ser nombrado por tres períodos adicionales a cargo del banco central estadounidense.
En Gran Bretaña, el laborista Tony Blair pasó a la historia por haber sido el jefe de gobierno británico que le dio el estatuto de autonomía al Banco de Inglaterra, uno de los bancos centrales más antiguos del mundo, habiendo contribuido así a consolidar su reputación como un gobernante prudente en el manejo financiero y, con ello, facilitar la creación de empleos y el resurgimiento económico del Reino Unido. En España, el presidente socialista Rodríguez Zapatero respetó (conforme al mandato legal) el período de Jaime Caruana como presidente del Banco de España y sólo fue al concluir dicho período que Zapatero nombró a un correligionario en el cargo (no sin ser objeto de algunas críticas por “politizar” el banco central). Igualmente, la presidenta socialista de Chile, Michelle Bachelet, respetó el período para el cual fue nombrado el presidente del banco central, el liberal Vittorio Corbo, para luego nombrar al sucesor de éste.
Quien quizá mejor expresó la lección que un estadista puede dar respecto de la banca central habría sido el canciller alemán Helmut Kohl, a quien se le atribuye haber dicho que “como cabeza de gobierno, a veces encuentro inconveniente la independencia del Bundesbank; pero como ciudadano, estoy feliz de tener un banco central autónomo”.