LA GRAN DEPRESIÓN

13/octubre/2008

LA CRISIS ACTUAL NO SE COMPARA A LA GRAN DEPRESIÓN DE 1929, PERO LOS COSTOS SE SENTIRÁN GLOBALMENTE

La crisis financiera que está asolando a los mercados internacionales es, según muchos analistas, la peor que haya ocurrido desde la Gran Depresión de 1929-1933. Aún así, las pérdidas y consecuencias de la actual crisis aún distan mucho de compararse a aquella catástrofe económica. En Estados Unidos la Gran Depresión significó la quiebra de miles de bancos cuyos depositantes perdieron todos sus ahorros, se produjo una deflación (caída de precios) devastadora para las empresas, la economía se encogió un 30%, el desempleo creció en 25% y el creciente número de pobres era visible en las filas de los hambrientos a las puertas de los comedores de caridad. Hoy en día la economía estadounidense está estancada, pero aún no se encoge; el desempleo está en un 6%; han quebrado varios bancos, pero ningún ahorrista ha perdido su dinero; y no existen colas de desempleados a las puertas de los comedores populares.

Por el momento, la repetición de una calamidad como la de 1929-1933 perece muy improbable pese a la común génesis de aquella crisis y de la actual: el excesivo endeudamiento para adquirir activos a precios artificialmente elevados. En primer lugar, los encargados actuales de la política monetaria y fiscal aprendieron se saben la lección: mientras que hace 80 años permanecieron de brazos cruzados, hoy día comprenden que el rol de prestamista de última instancia del banco central y el apoyo estatal a ciertas operaciones financieras es crucial para evitar una espiral deflacionaria. Aunque para algunos analistas la intervención estatal es ideológicamente inaceptable, las recientes intervenciones del la Reserva Federal y del Departamento del Tesoro estadounidenses han dejado en claro la disposición de las instituciones públicas de actuar decididamente para evitar una debacle como la de los años treinta.

Aunque la crisis financiera actual comparte causas similares con la Gran Depresión, la intervención estatal y los avances en la comunicación hacen que una catástrofe de escala similar sea menos probable

También los políticos estadounidenses parecen estar dispuestos a evitar errores del pasado: luego del colapso de la bolsa de valores en 1929, le tomó tres años al gobierno estadounidense adoptar las primeras medidas de rescate hasta que llegó al poder Franklin Roosevelt. Al actual Congreso estadounidense, en cambio, le tomó solo cinco días dar marcha atrás a su insensata decisión de no respaldar el paquete de rescate financiero solicitado por el Ejecutivo.

Además, el mundo ha cambiado sustancialmente desde la Gran Depresión. Entonces la información se producía con lentitud, lo que impedía evaluar adecuadamente la situación y tomar las decisiones oportunas. Hoy día la información fluye a una velocidad sorprendente y, aunque a veces resulta abrumadora, permite tomar decisiones más estudiadas, siempre que prevalezca la sangre fría. Y, por supuesto, ahora está China y el resto de economías emergentes que, aunque se van a desacelerar a causa de la crisis, van a continuar creciendo de manera sostenida y van a seguir mostrando altos niveles de ahorro que –vaya paradoja- servirán para hacer menos doloroso el proceso de ajuste en los países industrializados. Para asombro de libertarios y estatistas por igual, la economía China (tan capitalista y tan estatista a la vez) ayudará a evitar una depresión mundial. Pero, aún así, la crisis financiera impondrá duros costos a los consumidores, empresarios y trabajadores en todo el mundo.

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