LAS BRUJAS DE BLAIR

26/junio/2007


LA POLÍTICA EXTERIOR ACTIVA Y CON VALORES CLAROS ES CLAVE PARA EL PRESTIGIO Y LA RELEVANCIA DE UN GOBIERNO EN EL MUNDO GLOBALIZADO

Mañana, 27 de junio, Tony Blair dejará de ser el Primer Ministro británico después de una década de ejercer el cargo. Será recordado, sin duda, por rescatar a su partido laborista de la esclerosis ideológica y amistarlo con el mercado; por devolver la autonomía a Escocia y Gales; por lograr la ansiada paz en Irlanda del Norte; por concederle –con el apoyo clave de su Ministro de Finanzas y sucesor, Gordon Brown- la autonomía al Banco de Inglaterra para definir la política monetaria y su tasa de interés; por dinamizar la economía; por reparar y estrechar las relaciones con Europa; y, para bien o para mal, por reposicionar al Reino Unido como protagonista en la escena mundial.

El liderazgo exige participar, no solo observar, en el foro de las naciones

En el ejercicio de ese liderazgo, Blair siempre invocó su buena fe, exponiendo de manera franca y convincente las razones morales en las que basaba sus decisiones, y utilizó dichas razones como arma efectiva para persuadir –intelectual y sentimentalmente- a sus correligionarios, a los votantes y a la oposición sobre los fundamentos de sus políticas públicas.

Sin embargo, también será recordado porque a partir del 11 de septiembre de 2001, víctima quizá de algún hechizo cegador de esos que las brujas lanzan a los hombres poderosos, empezó a forzar –hasta atrofiarlo- su arsenal de razones morales para justificar la adhesión británica a la invasión de Irak y su respaldo a la maniquea política antiterrorista de Washington. Al hacerlo, desafió a su base partidaria, desencantó a la opinión pública y comprometió, quizá sin remedio, su legado histórico como estadista.

El propio Blair ha reconocido públicamente que nunca imaginó que dedicaría gran parte de su mandato a lidiar con temas de política exterior, pero la creciente interdependencia que la realidad global impone a las naciones, obliga a los líderes de hoy a pensar, trabajar y actuar cada vez más en la arena internacional. Entre las conclusiones que el, hasta hoy, Primer Ministro extrae de su gobierno, en el campo externo, destaca que el gobierno debe procurar ser partícipe, en vez de espectador, en el foro de las naciones y que dicho protagonismo debe basarse en una serie de valores (que conformen una doctrina) a ser defendidos e impulsados por los medios diplomáticos a su alcance.

Pan para nuestro matate: Los candidatos que pretenden gobernar Guatemala durante los próximos cuatro años deben tomar con mucha seriedad las relaciones internacionales y el posicionamiento del país. Lo que sucede en el mundo, alrededor nuestro, nos concierne porque nos afecta: es un asunto de interés propio, más que de amor propio, que nuestro país participe activamente como miembro de la comunidad de naciones. Aunque los temas de política exterior no son precisamente atractivos para ganar votos durante las campañas electorales, sí pueden ser potencialmente letales para el prestigio de cualquier gobierno que caiga bajo el hechizo de una política exterior pasiva o improvisada.

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