PETRÓLEO, ALIMENTOS E INFLACIÓN

22/enero/2008


EL ALZA GLOBAL DE LOS PRECIOS DEL PETRÓLEO Y LOS ALIMENTOS DESATÓ PRESIONES INFLACIONARIAS EN 2007, EXIGIENDO POLÍTICAS MONETARIAS FIRMES Y CERTIDUMBRE ECONÓMICA PARA EVITAR UNA CRISIS MAYOR

El jueves pasado los cables internacionales anunciaron que Estados Unidos tuvo en 2007 la mayor inflación de los últimos 17 años (4.1%) por culpa, principalmente, de los precios de los alimentos y de los combustibles, sin cuyos aumentos la inflación (subyacente) habría sido solamente de 2.4%. Según Goldman Sachs, el fenómeno inflacionario se sintió en el 80% de los países del globo, incluyendo los centroamericanos: Honduras (8.9%), Nicaragua (17.3%) y Costa Rica (10.8%) tuvieron inflaciones mayores incluso que la de Guatemala (8.75%). Hasta Chile, el paradigma de la estabilidad en Latinoamérica, cerró el año con una inflación anormalmente elevada (7.8%). En todos los casos, la aceleración de la inflación obedeció al precio del petróleo y de los alimentos. (De hecho, si a la inflación reportada por el INE para Guatemala se le deducen los aumentos en los rubros relacionados con combustibles y alimentos, la inflación subyacente resultante sería de 6.2% en 2007).

La inflación no se combate con improvisación, sino con credibilidad y políticas consistentes

El elevado precio del barril del petróleo, en torno a los US$100, refleja que la oferta mundial apenas puede satisfacer la creciente demanda de crudo, frágil situación que se agrava con las noticias respecto de tensiones geopolíticas en el Medio Oriente. Por su parte, los precios de los granos básicos se han disparado a nivel mundial: entre 2006 y 2007 el del trigo aumentó en más de 150% y el del maíz en 100%. El precio de la carne también subió, posiblemente porque su consumo ha crecido rápidamente en China e India, empujando aún más la demanda (y el precio) de los granos para alimentar al ganado. Pero el principal culpable del alza en los granos básicos es, de nuevo, el petróleo: los países industrializados están fomentando (incluso subsidiando) la producción de etanol y otros biocombustibles, lo que exacerba la escasez de granos para el consumo humano.

Esta compleja situación ha generado cierta histeria entre analistas y políticos por igual, pese a que históricamente la inflación mundial de 2007 no es ni cercana a las que se vivieron en décadas pasadas cuando se registraron tasas promedio de más de 50% en los países en vías de desarrollo. Sin embargo, existen preocupaciones válidas respecto del impacto que los precios de los alimentos tienen sobre el nivel de vida de los hogares más pobres, así como del riesgo de que las alzas se contagien al precio de otros bienes y servicios generando una inercia inflacionaria que podría ser difícil de detener.

En el largo plazo, los precios altos del petróleo y los granos básicos van a generar un aumento de la oferta y quizá una reducción gradual de la demanda de tales productos y los precios dejarán de subir. Mientras eso ocurre, continuarán las presiones inflacionarias que demandan acciones concretas de política comercial, fiscal y, especialmente, monetaria. No es tiempo para improvisar ni para inventar el agua azucarada, sino para perseverar con firmeza en las políticas que propician la estabilidad y para profundizar en la adopción de esquemas modernos de política monetaria que permitan transmitir más eficientemente las decisiones de la banca central a los mercados financieros. Sobre todo, se debe transmitir certeza para tranquilizar las expectativas respecto de la inflación futura, pues sobre ellas (las expectativas) recae gran parte del éxito que se busca para evitar un aumento de la inflación en 2008.

Anterior
Anterior

TIEMPOS CONFLICTIVOS

Siguiente
Siguiente

FALTA HACER LOS DEBERES