SOLUCIONES INSTANTÁNEAS (I)

30/julio/2012

EL BIENESTAR SÓLIDO SE CONSTRUYE CON ESFUERZO, NO CON SOLUCIONES MÁGICAS

La sociedad guatemalteca, quizá fatigada –con resignación, más que con acedia- por la extrema lentitud con la que camina hacia el desarrollo y el bienestar, da indicios de preferir las soluciones inmediatas, instantáneas, casi mágicas a sus problemas. Esta tendencia puede apreciarse  tanto en la esfera personal y familiar, como los ámbitos institucional y estatal. La virtud de la perseverancia –por la cual las demás virtudes dan su fruto, como dijo Arturo Graf- parece estar fuera de moda.

Impera la cultura del atajo fácil y del mínimo esfuerzo. La cultura de aspirar al home-run aunque nos ponchemos en el intento. Cuánto guatemalteco hay que añora hacer el negocio del siglo que lo saque de pobre de un golpe, aunque ello pase por llevar algún paquete sospechoso a Panamá, o vigilar un aterrizaje clandestino en la finquita de algún pariente, porque “¡qué aburrido!” tomar el camino difícil de estudiar y trabajar durante años y someterse al lento proceso de esperar algún ascenso o un mejor empleo con base en nuestros méritos personales.

Como que es más fácil buscar aquel contrato con el gobierno que de una sola vez haga prosperar a la empresa familiar, aunque ello implique sobrevaluar la obra o acceder a pagar una comisión indebida, en vez de seguir el aburrido camino de cumplir con los requisitos que la ley demanda para participar en un proceso de licitación cuyo resultado es tan incierto.

Parece que resulta más cómodo abogar en favor del equilibrio ecológico exigiendo moratorias radicales a la actividad minera o hidroeléctrica, en vez de comprometerse en la búsqueda de opciones equilibradas y de negociaciones que permitan obtener los frutos que, en materia de producción, empleo e ingresos, puede generar la explotación racional de los recursos naturales (que pertenecen a todos los guatemaltecos) sin comprometer la sostenibilidad ambiental.

No siempre lo que parece fácil y menos fatigoso es lo que, al final de cuentas, funciona y perdura

Requiere menos esfuerzo abogar por mayores oportunidades para la juventud del país a través de una ley de la juventud que intente abarcar toda la compleja problemática de los jóvenes, que trabajar con tesón para que se diseñe y se cumpla una política nacional sobre el tema, basada en la construcción de las instituciones que la apliquen sin contaminarla con politiquería.

Es presumiblemente más cómodo pretender que el desarrollo rural puede alcanzarse elaborando una lista de deseos y empaquetándola en una ley, que trabajar en poner orden en la miríada de instituciones que, a día de hoy, han sido incapaces de articular e implementar políticas de Estado que trasciendan gobiernos y que atiendan los problemas de pobreza y baja productividad que aquejan al área rural guatemalteca.

Aparentemente es más sencillo fingir que se ayuda al adulto mayor haciéndole la caridad de regalarle un escueto bono mensual (que, de paso, desincentiva a los trabajadores a cotizar en un sistema sostenible de pensiones), en vez de tener que aplicarse en la ardua tarea de construir un sistema de seguridad social que procure integrar cada vez más trabajadores al sistema de pensiones y atención médica que coordina el IGSS.

Aparentemente resulta menos complicado pretender la construcción del tejido social, el combate a racismo y el fomento de la inclusión mediante una declaración formal en la Constitución, en vez de emprender un complejo(y, previsiblemente, prolongado) proceso de diálogo, de mutuo conocimiento entre grupos étnicos y de reconocimiento del pasado (por más doloroso que sea), después del cual surja poco a poco la concordia, la convivencia pacífica, el respeto a las diferencias y el fin de la discriminación.

Pareciera que es más sencillo apuntarle a eliminar los obstáculos y los molestos pesos y contrapesos que impiden gobernar con fluidez mediante una reforma constitucional ad-hoc, en vez de obligar a todas las entidades, funcionarios y servidores públicos a cumplir y hacer cumplir (o –en caso sean insuficientes o anticuadas- modificar) las leyes y reglamentos vigentes.

Pero no siempre lo que parece fácil y menos fatigoso es lo que, al final de cuentas, funciona y perdura. Tanto en el ámbito familiar como en los asuntos del Estado, es la dedicación, la perseverancia y el trabajo cotidiano bien hecho –y no la búsqueda de soluciones instantáneas- lo que produce bienestar perdurable.

 

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