POR QUÉ TAN POCA INFRAESTRUCTURA

18/abril/2014



GUATEMALA NECESITA INVERTIR MÁS Y MEJOR EN INFRAESTRUCTURA PARA SUPERAR SU ESTANCAMIENTO PRODUCTIVO

Hace algunos días el Banco Mundial publicó su primer “ADN Económico de Guatemala (Análisis para el Diálogo Nacional)”. Este nuevo documento de diagnóstico y análisis (¡otro más!) tiene la utilidad de recordarnos los temas clave para el desarrollo del país que tanto nos empeñamos en olvidar: que, a pesar de contar con una estabilidad macroeconómica ejemplar, la economía nacional crece muy lentamente y ello impide reducir los elevados indicadores de pobreza; que la principal razón estructural de ello es la baja productividad de los factores que intervienen en el proceso (tierra, trabajo y capital); y que, en gran medida, la baja productividad se debe al bajo nivel de inversión en capital físico y humano.

El tema del bajo nivel de inversión se enfatiza en el documento del Banco Mundial, que señala en general su escaso dinamismo y, en particular, el pobre desempeño del sector de la construcción en Guatemala.

En efecto, la actividad de construcción en nuestro país representa un porcentaje del PIB muy bajo (3%) que contrasta con el de otros países (como Honduras con 6% o Panamá con 29%). Y no sólo es un sector muy pequeño, sino que es uno de los menos dinámicos: mientras que el PIB ha crecido en promedio a una (ya insatisfactoria) tasa anual de 3.2% en los últimos doce años, el sector construcción lo ha hecho a una raquítica tasa menor a 1% anual. Al interior del sector, es la construcción pública la que ha venido reduciendo consistentemente su participación desde hace más de veinte años.

El gasto en infraestructura es uno de los pocos rubros para cuyo financiamiento se justifica plenamente que el gobierno se endeude

Todo ello pese a que varios estudios han identificado a la precaria infraestructura física del país como uno de los principales obstáculos a su crecimiento. También las calificadoras de riesgo apuntan su preocupación a los bajos indicadores de desarrollo de nuestra infraestructura básica.

¿Por qué el país invierte tan poco cuando su progreso social y su expansión económica dependen en gran medida del nivel de desarrollo de su infraestructura? En parte porque el tamaño del Estado guatemalteco es pequeño pero, más importante aún, porque los escasos recursos estatales no se emplean con eficiencia y priorización. El gasto en infraestructura es uno de los pocos rubros para cuyo financiamiento se justifica plenamente que el gobierno se endeude: endeudarse para pagar salarios o para regalar cheques es un despropósito financiero, pero hacerlo para construir infraestructura duradera es una decisión sensata.

La ampliación y modernización de la infraestructura en Guatemala requiere, empero, de un financiamiento sustancial y sostenible. Es menester, entonces, pensar en formas innovadoras para mejorar la efectividad de dicha inversión. Ello pasa por incentivar una mayor participación del sector privado en la construcción de infraestructura pública. Un primer buen paso que ya dimos en Guatemala es contar con el marco legal e institucional que regula las alianzas público-privadas.

Pero hace falta más. A pesar del apetito que pueda existir por parte de empresas internacionales especializadas en este tipo de proyectos y el alto potencial de nuestro país, no existen suficientes proyectos debidamente identificados y estructurados alrededor de los cuales pueda organizarse un esfuerzo de financiamiento y ejecución de clase mundial. Por ello es bienvenido el esfuerzo que se encuentra en marcha para activar una estructuradora de proyectos que haga viables las inversiones en infraestructura.

Otro tema crucial es el de la mejora en la transparencia y eficiencia de la inversión pública. Muchas de las últimas grandes obras de infraestructura datan de finales de los años setenta del siglo pasado, cuando el desgobierno de Lucas ejecutó varios proyectos con tal grado de corrupción que dejó cicatrices que aún hoy causan escozor y provocan que muchas empresas, a nivel nacional e internacional, permanezcan reacias a participar en este tipo de inversiones.

Guatemala no puede darse el lujo de fracasar en acelerar su crecimiento económico si desea continuar siendo la economía más grande de la región y, a la vez, mejorar las condiciones de vida del gran porcentaje de compatriotas que viven en la pobreza. En la medida en que se aumenta rápidamente la urbanización del país, es esencial que se incremente la inversión en infraestructura para evitar el espectro de la inestabilidad social.

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