ESTABILIDAD, CRECIMIENTO Y EQUIDAD (y III)
14/agosto/2007
LA ESTABILIDAD Y EL CRECIMIENTO ECONÓMICO SOLO SON SOSTENIBLES SI SE COMPLEMENTAN CON POLÍTICAS QUE REDUZCAN LA POBREZA Y LA DESIGUALDAD
En las entregas anteriores he sostenido que la estabilidad macroeconómica es compatible con un crecimiento económico rápido y sostenido. Sin estabilidad, el crecimiento de la producción es económicamente insostenible, mientras que sin crecimiento la estabilidad deviene políticamente inviable.
La verdadera estabilidad económica se valida cuando beneficia a los más pobres
El tercer elemento que considero importante incluir en este análisis es el de la equidad, sin el cual la estabilidad y el crecimiento se hacen socialmente insoportables. Las innegables virtudes de la estabilidad y del crecimiento económicos se validan socialmente cuando benefician a los más pobres. Si ello no ocurre surgen los cuestionamientos contra las políticas de estabilización, especialmente si el crecimiento --como ocurre en Guatemala- es aún insuficiente para tener un impacto determinante sobre la pobreza. Por ende, para preservar el apoyo a las políticas macroeconómicas prudentes, y en aras de la paz social, es esencial que las políticas públicas aborden también decididamente los temas de pobreza e inequidad.
En primer lugar se debe re-enfocar el gasto público hacia los pobres, lo que requiere de medidas políticamente complejas como las de sustituir subsidios indiscriminados (digamos, el de la electricidad residencial) por medidas de asistencia social focalizadas, o re-dirigir parte de los recursos públicos que actualmente se regalan a las universidades (donde rara vez alcanzan a los pobres) hacia la educación secundaria. También han probado ser efectivas las transferencias condicionadas de efectivo como las de Chile Solidario, Bolsa Familia (Brasil) y Oportunidades (México). Más trascendentales aún son las políticas que promueven la equidad de oportunidades: acceso generalizado a más y mejor educación; amplio acceso al crédito y a los servicios financieros; integración de los trabajadores al mercado formal, donde gocen de protección y beneficios legales, a través de la flexibilización de las regulaciones laborales.
Los beneficios de reducir la pobreza y la brecha social deben ser evidentes para el sector productivo: en la medida que el ingreso de los ciudadanos aumente y surja una clase media poderosa, en esa medida las empresas se beneficiarán de la ola de consumo que se desate. Menos evidente, pero tan importante, es el efecto positivo que una mayor equidad tendría sobre la sostenibilidad de nuestra incipiente democracia que, a su vez, es un elemento central que determina la calificación de nuestro país en los mercados internacionales. No es casualidad que las más recientes opiniones de las agencias calificadoras sobre Guatemala alerten del riesgo de tensiones sociales que se derivaría de las condiciones de pobreza y desigualdad prevalecientes.
Concluyo subrayando que, lejos de existir una contradicción intrínseca entre las políticas que buscan la equidad y las que promueven la estabilidad y el crecimiento, los tres tipos de política pública pueden y deben diseñarse para que se fortalezcan mutuamente.