¡TAN LEJOS QUE ESTÁ FINLANDIA!

08/noviembre/2010


LA CORRUPCIÓN NOS ALEJA DE UN ESTADO FUNCIONAL Y JUSTO

Guatemala volvió a registrar una pésima calificación (3.2 puntos sobre 10 posibles) en el Índice de Precepción de Corrupción que anualmente publica Transparencia Internacional, organización que lucha contra la corrupción a nivel mundial. Según la definición de Transparencia Internacional, la corrupción se da cuando una persona (por lo general un funcionario público) abusa del poder que le ha sido delegado con el objeto de obtener beneficios privados (para sí o para otros); en ese sentido, se trata de una actividad dañina para todo aquel cuya vida, subsistencia o felicidad dependa de la integridad de quienes ejercen puestos de autoridad.

La corrupción es causa de pobreza y de inestabilidad social, por lo que no debe ser motivo de sorpresa que Guatemala califique mal y ocupe el puesto 91 de 178 países calificados mientras que, por ejemplo, Finlandia obtiene las mejores calificaciones en el referido índice.

El éxito finlandés en la lucha contra la corrupción se debe, claro está, a una combinación de factores, entre los que destaca la solidez de sus instituciones (educación universal, acceso a la información pública, servicio civil profesional, administración pública poco jerárquica, etcétera) y los valores sociales de total intolerancia al abuso de poder. Estos valores se expresan en ocho principios explícitos de observancia obligatoria.

Primero, cualquier compra que realice un ente público debe hacerse a precios de mercado e incluir ofertas de al menos tres proveedores, para poder elegir la más baja; además, no se admiten precios por encima de ciertos máximos pre establecidos. Segundo, transparencia total en las actuaciones: cualquier decisión tomada por un funcionario público en el ejercicio de su cargo (excepto las relacionadas con seguridad) puede ser conocida por el resto de ciudadanos; es ilegal negarse a proporcionar tal información cuando se solicita.

Tercero, transparencia total en las cuentas: los finlandeses tienen acceso a las declaraciones tributarias de todos sus conciudadanos contribuyentes, desde el menor de los asalariados, hasta el presidente de Nokia, pasando por el futbolista más famoso o cada uno de los vecinos de Helsinki. Cuarto, no hay alcaldes que ejecuten obra pública: la autoridad del municipio es el Concejo (electo en las urnas), quien contrata a un “gerente de la ciudad”, que es un funcionario público profesional sujeto a la autoridad del Concejo (y, por ende, de los votantes).

Es trágico que la apología de la picardía y la búsqueda del dinero fácil se hayan instalado como prácticas comunes a todo nivel de nuestra sociedad

Quinto, gestión pública profesional: la gran mayoría de los secretarios de Estado son funcionarios de carrera que alcanzan el puesto mediante pruebas objetivas, y no mediante una designación político-partidista. Sexto, estructura de poder colegiada: en Finlandia se promueve la toma de decisiones mediante el debate y el consenso; tal como la máxima autoridad municipal es el Concejo, así el Consejo de ministros tiene mayor poder decisorio que el propio Presidente de la República.

Séptimo, acceso libre al poder: los puestos de alto rango de la administración pública, incluyendo los ministerios finlandeses, son cubiertos por funcionarios públicos cuya carrera (siguiendo un baremo meritocrático) está abierta a todos los ciudadanos. Y octavo, proporcionalidad en el castigo: la cuantía de las multas por violar las normas suele ser proporcional a los ingresos del infractor (individuos o empresas). Por ejemplo, hace unos años un alto ejecutivo de Nokia fue condenado por una infracción de tránsito (por exceso de velocidad) y se le impuso una multa por el equivalente a 104 mil dólares, proporcional a sus ingresos.

En Guatemala, evidentemente, estamos muy lejos de respetar estándares tan claros como los finlandeses, pero lo más grave de nuestra situación es, quizá, la falta de conciencia sobre cuán nociva es la corrupción para el país. Es trágico que la apología de la picardía y la búsqueda del dinero fácil se hayan instalado como prácticas comunes a todo nivel de nuestra sociedad. Así, a los guatemaltecos nos cuesta cada día más reconocer que la corrupción es una grave amenaza para el buen funcionamiento del gobierno, para la eficiencia de la actividad comercial, para el proceso democrático y para el desarrollo económico sostenible. Si no cambiamos esto, Finlandia estará cada vez más lejos.

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