POLICÍAS Y LADRONES

22/septiembre/2008

LA CORRUPCIÓN POLICIAL DEBILITA LA SEGURIDAD Y FRENA EL CRECIMIENTO ECONÓMICO

Cuando éramos niños, jugar a policías y ladrones era algo sencillo. Debidamente armados de pistolitas de plástico nos dividíamos en dos bandos: uno dedicado a cometer fechorías y el otro a perseguir y castigar a los malhechores. Hoy día nuestros hijos la tienen más difícil pues no sólo es cada vez más difícil (afortunadamente) obtener armas de juguete (cuando las de verdad son ahora más accesibles), sino que la división del trabajo entre policías y ladrones es –en nuestro país- cada vez más difícil de distinguir. Aunque la violencia generalizada nos haya vuelto insensibles, resulta difícil explicar a nuestros hijos noticias como la del jueves pasado, cuando se capturó a dos subinspectores de la Policía Nacional Civil acusados de pertenecer a una banda de robacarros y asaltantes de casas en la carretera a El Salvador. O descifrarles por qué muchas comunidades del interior del país se sienten seguras y tranquilas bajo la protección de los capos del narcotráfico que impiden el funcionamiento de las maras juveniles. Duele aceptar que en nuestra sociedad no es extraño que los policías sean ladrones y los ladrones, policías.

La corrupción es un mal que suele penetrar y arraigarse en muchas organizaciones policiales en el mundo, pues surge de sus propias labores rutinarias. La policía, como tal, tiene el derecho de usar la fuerza para lograr sus fines legales, pero ello incrementa las posibilidades de que los malos elementos aprovechen tal privilegio en su propio beneficio. Por eso es que en otras latitudes las divisiones de “asuntos internos” (famosas en las películas y series de televisión) son tan importantes para mantener la integridad moral del cuerpo policiaco.

La existencia de una policía corrupta tiene serias repercusiones sobre el desarrollo nacional, entre otras razones, porque la policía, junto a los tribunales de justicia, son las instituciones públicas más directamente relacionadas con la protección de los derechos de propiedad. Cabe recordar que la protección de tales derechos constituye una institución clave para desencadenar el crecimiento económico. La corrupción policial aumenta la incertidumbre respecto de los derechos de propiedad, especialmente de la población más pobre que, en ausencia de una autoridad eficiente e imparcial, es presa fácil de los poderes fácticos y del crimen organizado. La corrupción policial implica mayor criminalidad y ésta tiene efectos devastadores sobre la inversión y el desarrollo. Los países con mayores tasas de criminalidad no sólo no pueden atraer, retener ni expandir la inversión privada, sino que imponen a las familias y a las empresas costos excesivos debido a las pérdidas por robos o a los gastos por el pago de seguridad privada, todo lo cual se traduce en menor competitividad y menor inversión.

La corrupción en la policía afecta la seguridad, la inversión y el desarrollo del país

Esta terrible situación no va a remediarse con un simple, aunque necesario, incremento salarial que dignifique la profesión del policía –y le reduzca la tentación de ser corrupto-. Cuando la policía, que debiera ser un instrumento de combate a la corrupción, está ella misma carcomida por ese cáncer, resulta claro que los remedios deben ser mucho más radicales. Ojalá la reciente reestructuración de la cúpula policial sea un paso en esa dirección.

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