POLÍTICA FISCAL Y CRISIS
08/diciembre/2008
LA POLÍTICA FISCAL DEBE APUNTAR A UN DÉFICIT CONTROLADO Y GASTO PÚBLICO TRANSPARENTE
Mucho se ha hablado en las últimas semanas, a raíz de la discusión y aprobación en el Congreso del Presupuesto de Ingresos y Egresos del Estado para 2009, del tipo de política fiscal que debería aplicarse en un contexto de crisis internacional como el que se cierne sobre la economía guatemalteca. Algunos analistas sostienen que, ante la crisis, lo que conviene es una política fiscal expansiva en la que el aumento del gasto público contrarreste la reducción que se produciría, a raíz de la crisis, en la demanda privada, interna y externa. Otros, por el contrario, señalan que las circunstancias de la crisis prescriben la aplicación de un gasto público mesurado y austero. Por muy contrapuestas que parezcan estas posturas, cuando se hurga en los detalles que cada una de ellas propone, surge la curiosa posibilidad de que sus defensores estén, a fin de cuentas, hablando de lo mismo pero bautizándolo con nombres antagónicos.
Un déficit fiscal moderado y un gasto público de calidad y transparente deben ser los pilares de la política fiscal en tiempos de crisis
En primer lugar, vale la pena identificar la magnitud y área de influencia de la crisis. La crisis actual es la más grave que el mundo industrializado haya vivido en los últimos cincuenta años y eso, por supuesto, está teniendo repercusiones graves sobre la economía guatemalteca. Sin embargo, dichas repercusiones no van a ser, ni por asomo, tan grandes como las que ocurrieron durante la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado, cuando, por ejemplo, las exportaciones guatemaltecas se redujeron en más del 62%. Tampoco va a haber una recesión tan grave como la que nosotros mismos nos infligimos cuando el PIB se encogió en más de 6% entre 1981 y 1983, a consecuencia de la guerra civil y de irresponsables políticas fiscales y monetarias. Hoy día estamos mejor equipados para enfrentar la crisis, que inevitablemente nos perjudicará, pero cuyos efecto podrán moderarse si se aplican las políticas adecuadas.
En ese contexto, resulta conveniente no olvidar, por una parte, que una política fiscal indebidamente expansiva tendría efectos perjudiciales: el riesgo-país aumentaría y el gobierno competiría con la inversión privada en la búsqueda de recursos prestables (todo lo cual encarecería el costo de los créditos externos e internos). Pero, al mismo tiempo, una tozuda austeridad fiscal o un obstinado proteccionismo (como el que muchos países aplicaron en la Gran Depresión) solamente agravarían la crisis y atrofiarían el funcionamiento del aparato productivo.
De tal manera que lo que resulta más lógico en las actuales circunstancias parece ser plantear una política que resulte en un déficit fiscal que no exceda del 2% del PIB. Curiosamente, cuando uno analiza los detalles de las propuestas, discursos y declaraciones de los funcionarios encargados de las finanzas públicas y de representantes del empresariado, resulta que ambos están planteando precisamente eso. La diferencia parece ser el nombre: unos llaman a ello una política anticíclica y otros la denominan austeridad. Lo importante, detrás de la retórica, es que pueda existir un consenso en torno a dicho porcentaje y, una vez adoptado como objetivo, se vele por la transparencia y calidad del gasto público. Déficit fiscal moderado, transparencia y calidad del gasto deberían ser los factores cruciales de la política fiscal en 2009.