189 AÑOS CONSTRUYENDO UN ESTADO
13/septiembre/2010
LA CONSTRUCCIÓN DE UN ESTADO FUNCIONAL SIGUE SIENDO UNA TAREA PENDIENTE
Tras 189 de vida independiente, la labor de los guatemaltecos de construir un Estado funcional está, evidentemente, aún inconclusa. El conjunto de instituciones que conforman el Estado guatemalteco ha sido poco efectivo para superar dos de las características que, al día de hoy, más claramente personifican su debilidad: la inseguridad ciudadana y el subdesarrollo económico. La inseguridad y el subdesarrollo se refuerzan mutuamente en el marco de un Estado débil y contribuyen, a su vez, a debilitar al Estado.
La violencia, el conflicto y la inseguridad tienen costos y consecuencias graves sobre el proceso de desarrollo económico. Existe también una estrecha correlación, comprobada alrededor del mundo, entre bajos niveles de desarrollo y conflictividad social: los países que ocupan los puestos más bajos en el Índice de Desarrollo Humano tienden a ser los que más enfrentan situaciones de violencia, conflicto e inseguridad ciudadana.
Sin embargo, existen numerosos casos de países pobres que han logrado escapar del círculo vicio del subdesarrollo y la violencia, a través del fortalecimiento de las instituciones y de la construcción de un Estado eficiente. Dicha construcción es, sin embargo, un proceso eminentemente político que depende más de la dinámica interna de la sociedad y su relación con las estructuras del poder político, que de los diseños técnicos de las políticas públicas o de las orientaciones de la “comunidad internacional”.
La inseguridad y el subdesarrollo se refuerzan mutuamente en el marco de un Estado débil y contribuyen, a su vez, a debilitar al Estado
El largo proceso de construcción del Estado guatemalteco ha sido poco exitoso en cuanto que no ha logrado proveer los bienes políticos básicos que toda sociedad necesita para realizarse como tal y prosperar. En materia de participación y derechos ciudadanos, nuestro Estado ha hecho sustanciales avances en las últimas décadas en materia de procesos electorales y de respeto a los derechos ciudadanos, aunque aún queda mucho por avanzar en materia de verdadera participación ciudadana en la toma de decisiones, especialmente a nivel local.
En el área de promoción de oportunidades económicas también se ha avanzado en cuanto a preservar la estabilidad macroeconómica y la integridad del sistema financiero, así como en cuanto a la apertura de relaciones comerciales, aunque se ha avanzado muy poco en materia de propiciar una creación de riqueza más acelerada e incluyente. El rol del Estado ha sido también insatisfactorio en materia de propiciar el desarrollo humano, pues los avances en materia de educación y salud no han logrado mejorar sustancialmente los índices de pobreza que presenta el país.
Pero donde más débil ha sido la construcción del Estado es en las áreas de mantenimiento de la seguridad (seguridad nacional y seguridad ciudadana) y de promoción del imperio de la ley (que incluye la existencia y respeto de las normas legales fundamentales, el funcionamiento independiente y eficiente del sistema judicial, y la minimización de la corrupción).
La provisión de todos estos bienes políticos por parte del Estado, que implicaría lograr avances claros en materia de seguridad y desarrollo económico, es una responsabilidad del sistema político del país: de su liderazgo, de sus instituciones formales e informales y de su marco legal y constitucional. El reto fundamental para ese sistema político y su liderazgo es establecer con claridad y coherencia los objetivos del Estado guatemalteco; ello implica, en esencia, determinar con lucidez las prioridades en materia de políticas públicas.
Aunque la tarea parezca difícil, existen ya múltiples estudios técnicos que han diagnosticado e identificado tales prioridades: fortalecer el capital humano (educación y salud), impulsar la infraestructura productiva (carreteras y energía), y robustecer las instituciones públicas (en seguridad, justicia y participación política). Es urgente que el liderazgo nacional reconozca, priorice e impulse esos objetivos, de manera que el bicentenario de nuestra independencia no nos sorprenda con un Estado cada vez más débil, desorientado y divorciado de su ciudadanía.