CRISIS DE IDENTIDAD
25/septiembre/2007
LA DESIGNACIÓN DEL NUEVO DIRECTOR GERENTE DEL FMI PONE DE MANIFIESTO LA CRISIS DE IDENTIDAD DE LA INSTITUCIÓN Y LA DIFICULTAD DE MODERNIZAR SUS MECANISMOS DE ELECCIÓN
En estos días, el Directorio Ejecutivo (junta directiva) del Fondo Monetario Internacional –FMI- estará nombrando al que será su Director Gerente (jefe máximo) para los próximos años, decisión que tomará cuando, según la prensa internacional, la institución atraviesa una profunda crisis de identidad, insegura de su verdadero mandato, del rol que debe jugar en el mundo actual y de su relevancia en la escena internacional.
Fundado (al igual que el Banco Mundial) en la conferencia de Bretton Woods de 1944, el FMI tenía como función principal la de mantener la estabilidad de los flujos financieros internacionales a efecto de promover el comercio y el crecimiento mundiales, para lo cual debía prestar auxilio a los países que le requiriesen préstamos para superar “desajustes significativos en la balanza de pagos”. Este concepto, de por sí vago, no ayuda mucho a precisar qué tipo de préstamos o servicios se supone que debe proveer el FMI. En cualquier caso, el monto de préstamos otorgados por la institución se ha reducido en los últimos años, pues sus clientes habituales en Latinoamérica y Asia han estado pagando sus deudas (incluso anticipadamente) y acumulando sus propias reservas monetarias internacionales, que en la práctica sustituyen el FMI como protección ante eventuales crisis financieras.
Aunque la reforma para democratizar la elección del FMI parecía posible, la fuerza de la tradición y la diplomacia europea volvieron a imponer el statu quo
Con la clientela reduciéndose y su razón de ser en una nebulosa, el FMI ha estado tratando de introducir reformas para modernizarse y hacerse más eficiente. Una de las más importantes consistía en modificar el procedimiento por medio del cual se elige al Director Gerente a fin de hacerlo más transparente y democrático, lo que implicaba romper con la “tradición” de que ese puesto siempre debía corresponder a un nacional de Europa Occidental, tal como la presidencia del Banco Mundial ha correspondido siempre a un estadounidense. Al efecto, el Directorio emitió en julio pasado unos términos de referencia para la elección que parecían encaminarse a lograr la referida reforma. Pero la fuerza de las circunstancias parece prever otra cosa.
Francia lanzó rápidamente al ruedo la candidatura de Dominique Strauss-Kahn, ex-ministro de finanzas públicas, con sólidas credenciales para el cargo: excelente educación, experto en la materia y con amplia carrera de servicio público. La diplomacia francesa, formidable y eficiente como siempre, hizo su trabajo y pronto su candidato contaba ya con el respaldo de los ministros de finanzas de la Unión Europea, apoyo al que se han ido sumando otros países (incluyendo Guatemala). Fait accompli. Además, fue siempre muy poco probable que el otro candidato, Josef Tosovsy, propuesto por Rusia, pudiese triunfar.
Quizá la reforma pretendida, que hubiese dado la ocasión de que incluso un funcionario de un país en vías de desarrollo dirigiese el FMI, era aún prematura. O quizá lo prematuro fue la premura con que la Unión Europea lanzó su candidato, dando al traste con una de las varias reformas internas que el FMI debe sufrir para recuperar su identidad y relevancia en la escena financiera internacional. Tal vez a la próxima…