LA PIEDRA FILOSOFAL

31/agosto/2009


GUATEMALA NECESITA MENOS INGENIO Y MÁS EMPAÑO EN SU GESTIÓN PÚBLICA

Hace más de quinientos años los alquimistas se afanaban por obtener la piedra filosofal, sustancia única capaz de lograr no sólo la transmutación de los metales en oro, sino también de curar toda enfermedad, conseguir la panacea universal y asegurar la inmortalidad. Esa búsqueda de una solución instantánea a los problemas de la vida parece haber sido heredada por muchos dirigentes nacionales. Innumerables políticas públicas que se han ensayado en Guatemala son, más que políticas de estado sostenibles en el largo plazo, ensayos de alquimia que, en distintos campos del quehacer público, pretenden conseguir soluciones inmediatas, casi mágicas, a los profundos problemas nacionales. Peor aún, estas políticas que prometen soluciones instantáneas son impulsadas muchas veces a costa de sacrificar otras políticas de largo plazo que requieren de esfuerzo, paciencia y gestión continua, que han sido exitosas en otras latitudes pero que, para su desgracia, no son políticamente sexys.

Baste mencionar algunos ejemplos significativos. Los fantasiosos megaproyectos, como el anillo metropolitano o el aeropuerto en Masagua, solamente distraen tiempo y esfuerzos que bien podrían dedicarse a un sistema moderno de transporte masivo urbano o a concluir la modesta remodelación del aeropuerto La Aurora. O la ingenua idea de la mega-refinería, que tan magnánimamente nos iban a ayudar a construir nuestros vecinos mexicanos, solamente distrajo tiempo y esfuerzos que pudieron destinarse mejor a modernizar el sistema de almacenaje y distribución de hidrocarburos. O programas asistenciales tan bien intencionados como Creciendo Bien o Mi Familia Progresa que, lamentablemente, distraen recursos que estarían mejor empleados en el fortalecimiento de programas que sí son institucionales, como el de Seguridad Alimentaria y Nutricional, cuyas debilidades se han hecho evidentes en la actual crisis alimentaria.

Las soluciones mágicas sacrifican políticas de largo plazo que sí han demostrado su eficacia

Podemos mencionar también los esfuerzos que se han puesto en la Agenda Nacional de Seguridad, que podrían haber sido mejor empleados en la necesaria (y aún pendiente) implementación plena de la Ley Marco del Sistema Nacional de Seguridad. O la búsqueda de nuevas políticas de desarrollo rural integral, cuando ya hace años que existe un detallado acuerdo multipartidario sobre la materia, alcanzado en el marco del Plan Visión de País. O los repetidos intentos de hacer reformas puntuales al sistema tributario, cuando hace diez años se firmó un histórico Pacto Fiscal que establece las directrices que deberían guiar dichos esfuerzos.

Y no sólo el sector público está contagiado del virus del alquimista. Hace poco en un programa televisivo, un grupo de empresarios de la construcción señalaban la necesidad de diseñar un plan de largo plazo, con prioridades claras, para la obra pública, esfuerzo que sería loable realizar si no fuera porque ya está hecho, según consta en el Plan Multimodal vigente que debería regir dichas actividades. U otros empresarios que han subrayado públicamente la necesidad de perfilar un plan de políticas que fomente la competitividad, cuando hace años está vigente (y en gran parte pendiente) una completa Agenda Nacional de Competitividad.

Quizá lo que el país necesita es menos ingenio, y más empeño. Menos alquimistas, y más gestores. Menos aventureros, y más probos administradores de la cosa pública.

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