PENSAR A LARGO PLAZO
05/junio/2007
EL PROGRESO SOSTENIBLE DE UN PAÍS DEPENDE DE POLÍTICAS PÚBLICAS DE LARGO PLAZO Y DE UNA CIUDADANÍA CAPAZ DE INCIDIR EN SU RUMBO MÁS ALLÁ DE LAS URGENCIAS INMEDIATAS
Un economista difunto –Lord Keynes- nos viene recordando desde hace tiempo, sensatamente, que en el largo plazo todos estaremos muertos. Sin embargo, el reconocimiento de esa inexorable realidad no debería conducirnos a una actitud pesimista respecto al futuro, centrada únicamente en buscar remedios rápidos para nuestros problemas inmediatos. De eso, los guatemaltecos ya hemos tenido demasiado: vivimos atrapados en la coyuntura, en un Estado que está más ocupado en ver cómo flota para no ahogarse en las aguas turbulentas de la eterna crisis, que en nadar con brazadas firmes para avanzar hacia una meta precisa.
Gobernar bien exige pensar más allá de la próxima crisis
Una manera de que el país avance hacia un futuro de progreso y bienestar consiste en tener a disposición, y ejecutar, políticas públicas eficaces que mantengan su orientación básica durante largos períodos; es decir, políticas públicas intertemporales y virtuosas. Esto, por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo. Contar con tales políticas entraña un proceso inevitablemente complejo, donde se mezclan elementos técnicos y políticos, que requiere de una serie de instrumentos de acción entre los que se incluyen las normas jurídicas, la infraestructura humana y física del Estado, los recursos materiales y financieros, así como la capacidad de persuasión de las autoridades de gobierno como intérpretes de los intereses generales de la sociedad.
Inicio hoy con esta columna una relación de comunicación con usted, amable lector, en la que pretendo analizar, interpretar, valorar y emitir juicios sobre el mundo que nos rodea, con especial énfasis en las políticas públicas que nos atañen como sociedad, aunque sin descartar que, de cuando en vez, la espontaneidad me lleve a tratar otros temas que considere de mutuo interés. Escribir una columna periódica sobre los temas que me apasionan (las políticas públicas, la economía, la reforma del estado, y otros) es para mí un auténtico privilegio y la realización de una aspiración que data de largo tiempo. Valoro la confianza que me dispensa Siglo XXI para intentar por este medio orientar o, cuando menos, influir en la opinión de los lectores con quienes pretendo compartir mis puntos de vista. Estoy convencido de que, a través de la suma teórica de las opiniones bien fundamentadas, la comunidad puede influir en la determinación de las políticas públicas de manera más continuada que lo que un ciudadano puede lograr mediante su participación esporádica en las elecciones o su participación más arriesgada en la militancia partidista.
Las decisiones y soluciones específicas de cómo manejar los asuntos públicos con una visión de largo plazo tienen que ver, necesariamente, con el poder social. Sin embargo, a fin de cuentas, las decisiones en materia de políticas públicas están en manos de los políticos que ejercen legítimamente las funciones de gobierno. Ellos tienen la última palabra, pero los ciudadanos podemos (y debemos) incidir en que la pronuncien correctamente.