CRISIS Y COOPERACIÓN INTERNACIONAL

08/junio/2009


LA AYUDA INTERNACIONAL ENFRENTA RETOS DE EFICIENCIA, TRANSPARENCIA Y REDUCCIÓN DE DEPENDENCIA

La ayuda internacional hacia los países del tercer mundo ha crecido y se ha sofisticado sustancialmente en los últimos años. Millardos de dólares fluyen anualmente desde y hacia entidades estatales y organizaciones no gubernamentales para financiar gastos de ayuda humanitaria, infraestructura, atención de emergencias por desastres naturales o bélicos, y asistencia técnica. Muchas ONGs promueven diversos temas económicos, religiosos, políticos, o ambientales que son importantes para su membresía. Aunque formalmente las fuentes de la cooperación internacional pueden separarse en públicas (gobiernos) y privadas (entidades benéficas), en la práctica esta distinción es difícil de establecer pues muchas de las entidades privadas (como Médicos Sin Fronteras u Oxfam, por ejemplo) se financian en gran parte con fondos gubernamentales.

Debe haber en el mundo más de cincuenta mil ONGs dedicadas, al menos en principio, al combate a la pobreza, la mayoría de ellas pequeñas organizaciones ubicadas en los países recipiendarios, lo que indicaría también la conveniencia de dividirlas, según su especialización, en entidades donantes y entidades distribuidoras pero también, en la práctica, es difícil hacer esta distinción. Como sea, la crisis económica mundial está planteando una amenaza para la actividad de estas entidades, en la medida en que los donantes (que al fin de cuentas son los ciudadanos de los países industrializados) varían dramáticamente sus prioridades de gasto, implicando una contracción de los recursos disponibles para ayuda internacional, que ya venía desacelerándose antes de la crisis. Según datos de la OCDE, la meta establecida en 1970 para los países ricos de dar un 0.7% de su PIB en ayuda internacional seguirá sin cumplirse durante muchos años; solamente Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Noruega y Suecia han alcanzado esa cifra, mientras que la contribución promedio de la OCDE no supera el 0.45% del PIB.

Millardos de dólares fluyen anualmente hacia el tercer mundo, pero la falta de transparencia y una mala planificación pueden hacer que la ayuda sea inefectiva

Aunque la cooperación internacional, cuando es bien focalizada y efectivamente utilizada, puede ser de gran ayuda a los países y grupos más necesitados, no ha estado nunca exenta de críticas razonables. La rendición de cuentas, por ejemplo, no es precisamente una característica distintiva de las ONGs; también se critica su vulnerabilidad ante la corrupción imperante tanto en entidades públicas como en instituciones privadas de los países beneficiarios de la ayuda, haciéndola inefectiva. Muchas veces, la ayuda proporcionada resulta inadecuada, en parte debido a la insuficiencia de recursos y en parte a la pobre planeación y ejecución de los programas en los países recipiendarios. Más de fondo es la crítica a los donantes respecto a que, antes que la caridad, podría ser más beneficioso que abrieran sus mercados y removieran sus subsidios agrícolas para permitir a los países en desarrollo crecer y desarrollarse.

Aunque para los países de ingresos medios, como Guatemala, la ayuda internacional no es cuestión de vida o muerte, sí puede ser un apoyo importante para el fortalecimiento institucional y comunitario, pero tal apoyo debe orientarse a los propósitos que nosotros mismos decidamos alcanzar. Uno de ellos debería ser mejorar la eficiencia y calidad de nuestros gobiernos para que, si estos hacen su trabajo apropiadamente, tengamos menos necesidad de la cooperación internacional.

  

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