LO URGENTE Y LO IMPORTANTE
04/febrero/2008
GUATEMALA DEBE APROVECHAR SU ESTABILIDAD PARA FORTALECER SUS BASES PRODUCTIVAS Y REDUCIR SU DEPENDENCIA DEL ENTORNO INTERNACIONAL
En Latinoamérica tenemos la tendencia (obligada a veces por las circunstancias) a ocupar la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo en atender los temas urgentes, coyunturales, apremiantes, en detrimento de las energías que deberíamos dedicar a los temas importantes, trascendentes, perdurables. Hoy el apremio de moda es la amenaza de recesión en los Estados Unidos, los efectos que ello tendría sobre nuestra economía y las medidas urgentes que hay que tomar para minimizar tales efectos. Y está bien ocuparse de estos temas urgentes, pero sin exagerarlos, sin que cunda el pánico y, principalmente, sin distraernos de lo importante.
Lo urgente no debe distraernos de lo importante
Afortunadamente, la recesión estadounidense ocurriría en un momento en que la economía guatemalteca muestra signos positivos en las áreas de estabilidad y crecimiento macroeconómico. Es cierto que esos signos se vieron favorecidos, en gran medida, por las condiciones propicias que presentaba el entorno internacional: crecimiento mundial, abundantes flujos financieros y precios buenos de los productos de exportación. Si dichas condiciones se revierten, la economía nacional se verá perjudicada pero, muy posiblemente, en una magnitud menos que proporcional al deterioro de la economía estadounidense. ¿Por qué?
En primer lugar porque la demanda de bienes seguirá siendo alta por parte de países como China e India y nuestra base exportadora, en plena diversificación, podrá encontrar formas de contrarrestar la caída en la demanda de Estados Unidos. En segundo lugar porque el perfil de la deuda pública nacional y el nivel de reservas monetarias internacionales han evolucionado favorablemente en los últimos años, con su consiguiente efecto protector contra shocks externos, al menos en el corto plazo. En tercer lugar porque algunas instituciones clave de la política económica están modernizándose adecuadamente: por una parte, la política monetaria está transitando gradualmente hacia un esquema en el que el tipo de cambio debe ser cada vez más flexible y estar en capacidad de absorber mejor las volatilidades externas; y, por otra, la política fiscal ha podido, a través de la SAT, mejorar la eficiencia en la recaudación tributaria. Por supuesto que nuestra economía aún es vulnerable a las turbulencias de la economía mundial, pero hoy en día está mejor posicionada para resistir dichos golpes que hace siete años, cuando ocurrió la última recesión en Estados Unidos.
Lo urgente, por lo tanto, debería preocuparnos menos que lo importante: cómo lograr que el crecimiento económico de Guatemala dependa menos del entorno mundial y más de nuestras propias condiciones productivas. No perdamos de vista que los principales obstáculos al crecimiento del país están en la escasez (cuantitativa y cualitativa) de capital humano, en la debilidad del estado de derecho y, quizá también, en la insuficiente infraestructura (particularmente rural). Lo importante es, pues, concentrar las políticas públicas en la educación y la salud, en el combate a la delincuencia y a la corrupción, en el fortalecimiento institucional y en la inversión rural. La tarea no es, ciertamente, sencilla pues requiere de políticas intertemporales, de largo plazo, que trasciendan los períodos de gobierno. Para empezar, al menos, no nos perdamos en la coyuntura.